(Borrador para
amistades)
Manuel
Castells ha
publicado un interesante artículo en La Vanguardia con el sugerente título ¿Renacerá la socialdemocracia? (1) Son muchos los acuerdos que tengo con
dicho trabajo. Sin embargo, no comparto su argumento principal, que el curioso
lector podrá ver en la conexión que establezco a pie de página. De manera
concisa, casi telegráfica, explicaré mi punto de vista sobre la acumulación de
crisis que la socialdemocracia europea ha tenido hasta nuestros días. Es, en
buena medida, una explicación que podría referirse al conjunto de las crisis de
toda la izquierda. Lo haré en torno a dos consideraciones: los cambios que se han
ido dando a lo largo del siglo XX hasta nuestros días y el quehacer político de
la socialdemocracia a lo largo de todo ese tiempo.
Tengo para mí que
dichos cambios no han sido leídos convenientemente: cambios tecnológicos,
económicos, culturales y políticos. Algunos de ellos provocando nuevas
estratificaciones en el seno del conjunto asalariado, afectando principalmente
a la clase obrera industrial, otrora el filón y caladero principal de la
socialdemocracia. Y también cambios en las prerrogativas que han ido acumulando
aquellos sujetos que, por decirlo coloquialmente, eran los aliados naturales de
la socialdemocracia, por ejemplo, los sindicatos.
Las grandes
transformaciones que se han operado en el siglo XX y las conquistas
democráticas (de las que la socialdemocracia es también responsable en buena
medida, por ejemplo el Estado de bienestar) configuraron un nuevo tipo de
sociedad. La socialdemocracia no estuvo atenta a toda esa vorágine. No vio la
potente transformación del centro de trabajo, ni los cambios en la estructura
de las clases trabajadoras. Y, sobre
todo, no observó las consecuencias que cada cambio –y también de cada
conquista— iban provocando. Menos todavía observó el contradictorio uso social
de las conquistas. Es más, ni siquiera tomó nota de que el sindicalismo iba
entrando en un terreno que le hacía la
competencia. Y no sólo ello. Pasado un tiempo el sindicalismo confederal
fue paulatinamente desprendiéndose de su propia servidumbre voluntaria en
relación a papá partido, dejándole ayuno y sin una fiel intendencia.
El viejo
sindicalismo, tras la Segunda guerra mundial, fue conquistando parcelas de
intervención que antes eran de exclusivo monopolio del partido político, en
concreto de la socialdemocracia. Por ejemplo, la construcción itinerante del
Estado de bienestar, cuyos pilares y paredes maestras fueron obra del partido.
El sindicalismo fue acumulando una serie de poderes contractuales en materias
de trabajo y enseñanza, sanidad y vivienda. De esa manera se fue convirtiendo
en protagonista directo de las realizaciones de las políticas de welfare.
Lo anterior
explicaría hasta qué punto la socialdemocracia europea ha estado desubicada de
los procesos de la globalización. Lo que es realmente sorprendente porque los
partidos socialistas y socialdemócratas nacieron con una potente vocación
internacionalista. Global, diríamos hoy. Y, sin embargo, sus prácticas a lo
largo del siglo XX fueron justamente lo contrario: un voluntario camino hacia
el enclaustramiento de su acción política en el marco de los Estados
nacionales.
Por supuesto, se
pueden argüir más elementos. Pero, tengo para mí que los reseñados son la madre
del cordero. Las cosas que faltan son derivaciones. Simplemente segundas
derivadas.
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