Hasta las personas con fama de ponderadas y sensatas pueden ser
aproximadamente unos embusteros. Pongamos que hablo de Ramón Jáuregui.
Lo cierto es que Jáuregui siempre se destacó por no decir una
palabra más alta que otra. Educado, cortés y poco amigo de estridencias. Y en
no pocas ocasiones ha destacado por una encomiable sutileza. Sin embargo,
cuando más se necesita el temple, cuando es preciso entrar en el fondo del
fondo de los problemas –o sea, en estos momentos tan lacerantes para su
partido-- nuestro hombre desautoriza su
biografía y sale por unas extrañas peteneras.
Veamos, a una pregunta del diario La Vanguardia, a Jáuregui se le achica
el cerebro (1). Y le niega el pan y la sal al futuro de Pedro Sánchez. Nada
habría que objetarle al sofisticado Jáuregui, pues las opiniones son libres.
Pero de la misma forma que tiene todo su derecho a decir pitos o flautas sobre
Pedro Mártir, también y, sobre todo, le es exigible que no meta de matute
mentirijilla alguna. Porque la razón que esgrime es: «Primero, veo difícil
sostener un liderazgo futuro sobre un líder que se marchó».
De creer a Jáuregui habríamos de convenir que un día determinado
Pedro Mártir hizo las maletas y, tomando las de Villadiego, desapareció voluntariamente
del mapa. Sin embargo, sabemos de buena tinta que las cosas fueron de una forma
ligeramente distinta. A don Pedro, con razón o sin ella, los galápagos de bajo campanario
le montaron una Gestora, y bajo el áspero lema de «esto es lo que hay» lo
dejaron a la intemperie. A él y a sus encofradores.
Primera consideración: Jáuregui, que estaba allí –en Ok Ferraz-- nos quiere dar gato por liebre. Segunda: a
nadie se le ha ocurrido mencionar la asimetría entre una elección a secretario
general y su deposición mediante un sinedrio restringido. Pero esto último es
harina de otro costal.
Eso sí, Jáuregui ha tenido la delicadeza de no relacionar en la
entrevista a los «dioses del socialismo» y su manto protector con la dama meridional. Mientras
tanto, los romanos y los cartagineses de esta reyerta comparten el mismo himno,
Nessun dorma. Para información de
ambas banderías diremos que tan afamada aria (Turandot, Puccini) la estrenó el
gran Miguel Fleta en La Scala de Milán bajo
la dirección de Arturo Toscanini. Fue el 25 de abril de 1926.
Conclusión: en tan bizarra batalla debe ganar quien más limpieza
acumule. Sin trolas, por favor.
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