Pablo Iglesias El Joven e Íñigo Errejón
se cartean públicamente. No es, por tanto, una correspondencia privada. De
hecho, podemos convenir que una u otra epístolas van dirigidas a los parciales del
otro. Cada misiva contiene con claridad cuál es el estado de la cuestión en que
se encuentra la posición actual de ambos dirigentes de Podemos. La inminencia
de la asamblea congresual –Vistalegre 2--
induce a pensar que los contrastes y matices (no irrelevantes) tenderán
a ensancharse hasta que el Sol salga por Antequera.
Lo que inquieta en toda esta
historia es por qué han optado ambos por dos proyectos por separado. Quiero
decir, por qué no han hecho es esfuerzo de ir aquilatando las posiciones
buscando el itinerario de las síntesis sucesivas. ¿Es un problema de testarudez
política o realmente entienden que no hay las suficientes compatibilidades y
vínculos entre ambos proyectos?
La experiencia enseña que cuando,
en determinadas circunstancias, se plantean las cosas en términos de «caja o
faja» el resultado que se busca es el fortalecimiento de la propia corriente de
cada cual, no del proyecto común. La misma experiencia añade que el énfasis se
pone en la diferenciación sobre la base de una acumulación de contrastes, casi
nunca en la búsqueda de posiciones que vayan acercando posiciones.
Me malicio que las diferencias
entre Pablo e Iñigo pudieran ir en la siguiente dirección: el primero propone
un enfoque voluntarista que confunde el momento y su etapa, entendiendo que la
fuerza de Podemos es necesaria, aunque no suficiente, para dar un vuelco a la
situación política; el segundo parece indicar que todavía no es ni siquiera suficiente.
Si la cosa continúa igual me
permito una observación para perplejos: los respectivos brazos de madera de
Vistalegre 2 sólo resolverán qué bando gana, no cómo avanzar.
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