Parece fuera de discusión que las fuerzas
políticas mayoritarias tengan, a través de sus grupos parlamentarios, un papel importante en la fijación de las
normas que deben regir la convivencia de la comunidad. Pero «importante» no
debe coincidir necesariamente con «exclusivo», ni menos todavía con
«monopolista» con su consecuencia de ninguneo del resto de las formaciones
políticas democráticas. Esta práctica ha llevado a la consolidación del
bipartidismo y sus consecuencias indeseables en toda democracia. Hoy, huelga
decirlo, esa práctica está en una crisis profunda.
Lo que viene a cuento, precisamente, por el
principio de acuerdo que han anunciado los más altos responsables del Partido
popular y del PSOE en torno a un pacto contra el terrorismo, llamado
nuevamente, de manera bombástica, Pacto de Estado. Ya veremos sus contenidos
concretos cuando esté ensartado, por lo que de momento vamos a hablar de esa
forma de ser monopolista por los dos partidos principales de nuestro país.
Naturalmente sería de cretinos negar la
necesidad de un acuerdo contra el terror. Pero todo indica que estas primeras
conversaciones entre el PP y el PSOE, dejando en la cuneta al resto de los
grupos parlamentarios, parece orientado a demostrar la utilidad del
bipartidismo, tomando como pretexto los execrables atentados de París. A los
que, naturalmente, hay que dar una respuesta de largo recorrido. Así las cosas,
la marginación del resto de las fuerzas políticas no sólo es un comportamiento
mezquino sino que aparece como una negación del, también, compromiso cívico de
los votantes de las fuerzas políticas ninguneadas. De manera que podemos decir,
pues, que el bipartidismo es una técnica de autolegitimación defectuosamente
democrática. Que no se compadece con los declarados intentos –por ejemplo, del
PSOE-- de regenerar la vida democrática
y civil de España, tanto de las instituciones como de la sociedad. Decimos del
PSOE, que no está sabiendo leer el acelerado declive del bipartidismo. Y que, según
parece, pretende salvar sobre la base de lo que, para otros asuntos, la
profesora Magda Nogueira y sus compañeros de la Universidad Autónoma
de Madrid ha calificado de «reservas jurídicas», a golpe del monopolio de la
representación que, en este caso, no viene por ley sino por una práctica
consuetudinaria.
Por lo demás, comoquiera que se ha repetido una
premisa (que es rigurosamente imperfecta) de que el terrorismo, en este caso
yihadista, es un ataque a los valores de Occidente y sus libertades, ¿una ley
de estas características puede convivir pacíficamente
con una democracia cada vez más demediada? No lo creo. Porque no se trata tan
sólo, con ser importante, sobre la relación –teórica y práctica-- entre libertad y seguridad. También, por
supuesto, del conjunto de los bienes democráticos y de las «provisiones» y
«titularidades», en las que tanto insistió el viejo león liberal Ralph Dahrendorf.
Finalmente. Pregunto: ¿a la hora de negociar
esta ley, no sería adecuado que se
planteara la recuperación de la asignatura Educación para la ciudadanía? Por supuesto, para empezar. Y una sugerencia:
entiendo que con la actual legislación se puede abordar el problema mientras
tanto se va elaborando esta nueva ley, que debe ser consensuada con el conjunto
de fuerzas políticas. Y, más todavía: escuchen las voces diversas que vienen del
batallón del talento: juristas, filósofos y otras disciplinas inquietantes para
el poder. Oigan, incluso a esos insoportables del buenismo que, aunque raramente son convincentes, vale la pena que se les escuche.
Aunque se, no soy bienvenido, me es indiferente.
ResponderEliminarUd, a veces me incomoda. ¿ Porqué le sigo ? sería la pregunta. Porque sigo a todo aquel que me haga vislumbrar el error en el que convivo, y no se puede contrarrestar aquello que no se lee.
Dicho esto: lo que diga Ralph Dahrendorf es del todo ímprobo, porque la seguridad y la libertad son paralelas al nivel cultural de donde se vive, y nunca se trasiegan.
Pero si sólo se invierte (Europa) en armamento y en esquilmación (trasegar todo lo que sea de beneficio para NUESTRAS multinacionales), poco futuro habremos de esperar.
Sucede lo que es más que evidente y no queremos ver, el pueblo se insuburdina. Y da igual que crea en Mahoma o en Jesús...esa es la excusa.
Salut