Homenaje a Joan Barril, in memoriam
¿Ha pensado
alguien en hacer una tesis doctoral o una investigación acerca del uso de los
lenguajes políticos al uso? Entiendo que no sólo tendría un interés de
sociolingüística política sino también estrictamente político, al tiempo que
nos daría más referencias sobre la personalidad de nuestros dirigentes. Parece
ser que lo más granado de esos lenguajes se encuentra en España e Italia. Pero,
si se consolida en ambos países, lo más seguro es que acabe extendiéndose por
todo el viejo continente.
A grandes
rasgos podemos hacer una determinada cartografía lingüística, estando a la
espera de las observaciones autorizadas que pueda hacer una persona tan ducha
en esa materia como mi viejo amigo Paco Rodríguez de
Lecea, que es un gramático de alto coturno. De momento, posiblemente
dejándonos algunas cosas en la rebotica, diremos cuáles son los sistemas
sociolingüisticos emergentes.
Locuciones
de regüeldo, también llamadas eructos
Que fueron
inauguradas por cierta joven diputada desde su escaño en el parlamento con el
tristemente célebre «¡Que se jodan», dirigidas a los parados. Investigadores
bisoños se orientan a que el origen de esta sintaxis podría tener lugar en el
conventículo de algunas monjicas donde estudiara bachillerato la joven diputada,
mucho antes de que su padre ingresara en el truyo por los motivos que todos
sabemos. La derecha de alcanfor y chanel hegemoniza esta gramática emergente
que es de secano.
Locuciones
de historicismo macabro
Dícese de
esos lenguajes que comparan el nazismo y los campos de concentración con las
actividades de sus contrarios de izquierda. Aunque originariamente fue la
derecha de caspa y brillantina quien inauguró ese lenguaje, algunos exponentes
de la izquierda cañí se han sumado a ello. Vale la pena recordar, además, que
algunos eruditos a la violeta se han incorporado a este sistema de expresión,
tal vez con la idea de darle consistencia académica a cambio de gabelas y
sinecuras.
Locuciones
de chichinabo
O lo que es
lo mismo: de poca consistencia y valor. Que mayoritariamente recorre el arco
parlamentario de babor a estribor. No es exactamente una jerga que vende humo;
es, sobre todo, la expresión de la nada verbal. Es en el fondo un zurullo (dialectalmente
furullo) envuelto en papel de plata. Por lo general, las expresiones de
chichinabo se utilizan por los aspirantes a renovar, tengan treinta o ciento
cincuenta años, el léxico de sus predecesores en el cargo. Nada impide que
tales voceadores sean internos, externos o mediopensionistas.
Locuciones
cacofónico-tautológicas
Que
últimamente se han generalizado ad
nauseam, tales como «Haremos lo que haya que hacer» y otras similares que,
intentando tranquilizar al público, acaban metiéndole más regomello en el
cuerpo. La primacía de este sistema lingüístico lo tienen los gobernantes de
unas u otras instituciones.
Locuciones
mixtificadoras
Que ya Ortega y Gasset denunció en su famosa conferencia en “Vieja y nueva política” (Teatro de la Comedia , 23 de marzo de
1914). Para mayor abundamiento, Ortega llamó la atención sobre el uso bastardo
de la palabra solidaridad. La literatura económica es un buen almacén de estas
locuciones mixtificadoras: capitalismo substituido por economía de mercado; despidos
de trabajadores como aligeramiento de las plantillas; recortes salariales como
subindiciaciones salariales; sindicatos y organizaciones empresariales como
agentes sociales. Y otras no menos famosas, que han acabado colonizando el
lenguaje de toda la zoología política. A
propósito de esta dislocación intencionada del lenguaje, véase la sarcástica
respuesta que el viejo J. K. Galbraith (como si hubiera nacido en Santa Fe,
capital de la Vega
de Granada) le propina en su libro La
economía del fraude inocente [Crítica, 2004].
Locuciones
de expropiación-apropiación
Aquí se
lleva la palma la sintaxis nacionalista de toda laya. Se trata de un lenguaje
circular: se expropia al personal de su condición, se le mete en el magma
identitario al tiempo que dicha expropiación, violenta o sutil, queda
atrapada –con o sin redoble de
tambores-- por el trapo de la bandera de
no importa qué colorainas. Que, en el
fondo, hunde sus raíces en la expropiación y alienación de la persona que
trabaja: se la explota mientras se le dice que «todos estamos en el mismo
barco». Y como noria da vueltas y vueltas: del caño al coro y del coro al caño.
Apostilla. Queremos
advertir al lector amigo que hemos obviado el lenguaje tradicional: el de la
justificación de las promesas incumplidas, el de la mentira incontinente, el de
la hipérbole, que tiene su origen en la noche de los tiempos políticos.
Ahora bien,
si ustedes quieren algo con más punto de vista fundamentado consulten el libro Las palabras de la política que escribió el maestro Vittorio
Foa, ya nonagenario. Lo tienen en http://ferinohizla.blogspot.com.es/.
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