sábado, 13 de diciembre de 2014

LA TORPEZA DE UN SECTOR DE LA IZQUIERDA CATALANA




«¿Si este país [Cataluña] no hubiera hecho un relato en clave nacionalista cómo hubiera resistido unos ajustes de más de 6.000 millones de euros?», se pregunta el consejero del gobierno catalán, Santi Vila. Antes de meternos en harina, séanme permitidas dos previas: 1) el consejero habla como si en este país todos aceptaran el credo nacionalista; 2) nótese el baile semántico que arrancaba  –cuando todo eran eufemismos--  hablando de ahorros en vez de recortes, ahora (trasladado el relato en clave nacionalista al independentismo) se habla de ajustes, aunque todavía no de recortes.

Los que dijimos que tales recortes tenían personalidad propia acertamos de pleno. Los recortes, en efecto, eran una expresión clara del carácter del gobierno convergente, de su salto a las políticas neoliberales rampantes, indistintas de las que practicaba el gobierno central. Sin embargo, necesitaban una cobertura --«un relato nacionalista»--  para que fueran digeridas, con una cierta resignación o con el menor conflicto social posible. Los recortes, por así decirlo, eran una variable independiente del relato. Pero el relato era un disfraz de los recortes.

Que los recortes y privatizaciones tienen un recorrido propio –la variable independiente que hemos dicho--  lo deja meridianamente claro el consejero de Sanidad, Boi Ruiz,  que, poco dado a requilorios--  afirma que «no imagina una sanidad basada en presupuestos distintos de los actuales». El caballero está informando de que, en una (hipotética) independencia de Cataluña, la sanidad será el desarrollo de lo que está poniendo en marcha. Y, por extensión, el resto de las políticas de welfare. Esto es, un Estado social cuyos derechos de ciudadanía social se presentan como costes (e impuestos) no salariales del trabajo y se contemplan como reductores de la competitividad.  Aliados tendrá en las derechas económicas españolas, aunque hoy se disfracen de lagarterana.

Una parte considerable de la izquierda catalana ha vuelto a repetir una serie de torpezas del pasado. Bruno Trentin lo dejó meridianamente claro en sus reflexiones en la La ciudad del trabajo  (http://metiendobulla.blogspot.com.es/) cuando, de manera reiterada, reflexiona sobre ¿qué es lo primero: la toma del poder o cambiar el trabajo? La torpeza fue considerar que debía endosarse al futuro –esto es, a la toma del poder--  la tarea de humanizar y cambiar el trabajo. Esa parte de la izquierda torpe considera que lo primero es la independencia de Cataluña y, posteriormente, ya veremos.  De ahí que apenas haya presentado una confrontación contra las políticas neoliberales del gobierno convergente.

Más todavía, parece evidente el fracaso de ese sector de la izquierda catalana, al poner en el centro de su quehacer la hipótesis de la independencia frente a la certeza de la motosierra, situándose de manera subalterna en un terreno que no es el suyo. Y ha dejado de lado su cometido: la transformación de las cosas aquí y ahora. 


Nota de urgencia. Alguien de la vieja izquierda está encantado con la propuesta que se le ha hecho: formar parte de la «lista de Artur Mas» para las llamadas elecciones plebiscitarias. Lo sabemos de muy buena tinta.   Me pregunto: ¿será porque está conforme con lo manifestado por el portavoz del gobierno catalán de que «españoliza el debate entre izquierda y derecha? Dicho lo cual, sacando restos de mi tradicional cortesía le dijo: «¡Alma de cántaro!». La santaferina gente somos así de educados.    


Radio Parapanda.-- EL PRESIDENTE NO TIENE QUIEN LE CREA

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