Hace un año
que Javier Terriente desde la
Vega de Granada se dirigía a la política de secano con dos
artículos contundentes que publicamos en este mismo blog: (1) En la izquierda. ¿Es necesario un nuevo sujeto
político? y 2) En la
izquierda. ¿Es necesario un nuevo sujeto político?. Las novedades de
las recientes elecciones europeas aconsejan que revisitemos las reflexiones del
amigo atarfeño. Lo que parece evidente es que la experiencia de Podemos se acerca a las cavilaciones de
Terriente y, en cierta medida, puede representar que una parte de las preguntas
que se hacían empiezan a despejarse.
No creo que estemos todavía en condiciones de dar una
respuesta acabada al fenómeno de ese temblor –o terremoto, según se mire-- de la irrupción de Podemos en la escena
política española. Pero sí podemos proponer unas primeras cavilaciones
indiciarias en este ejercicio de
redacción. En todo caso, me parece evidente que Podemos ha aparecido, en
sus primeros andares, como una alternativa posible al agotamiento, tal vez
definitivo, del viejo modelo lassalleano y michelsiano de las formaciones
políticas tradicionales así de las derechas como de las izquierdas: un modelo
lleno de costra, visto por sus participantes como definitiva y dogmáticamente
dado para siempre; un modelo que, desde hace décadas, es puro secano. Quienes,
en mayor o menor medida, han recibido la pedrada como ojo de boticario harían
bien en analizar desacomplejadamente lo que ha sucedido. Disculpen la
impertinencia: Izquierda Unida y sus amistades también deberían averiguar, desde
el avance que han conocido, cuáles son las características esenciales de la
novedad de Podemos y las razones que le han llevado a entrar como un ciclón en
la arena política. No es irrelevante, por ejemplo, que IU haya obtenido menos
consensos que Podemos en Madrid.
Tengo para mí que el heraldo de Podemos ha podido ser que ha hecho aflorar a la política a
centenares de miles de personas, unos, que bien nunca la hicieron en su sentido
convencional y, otros, que se sintieron ninguneados o cansados de toda una vida
de «servidumbre voluntaria». Y no pocos, cansados de tantas perplejidades por
metro cuadrado, dijeron que hasta aquí hemos llegado. Paréntesis: ¿cómo se les
ha puesto a algunos el cuerpo al ver que el primer ministro francés, Monsieur
Valls, ha condecorado con la
Legión de Honor al mismísimo Fernández Díaz?
Por lo que unos y otros buscaron no sólo el proyecto que
les era más cercano sino aquel que había substituido la verticalidad por la
horizontalidad. Esto es, dejar de seguir la consigna que viene de arriba por la conversación que se hace
entre todos y se transforma en deliberación. Es, por así decirlo, la
concordancia entre programa y prácticas participativas: las presenciales y las
de Internet.
De esa concordancia se ha desprendido el paso de va de la
quejumbre a la acción política, conscientes –como nos dijo el maestro Pietro
Ingrao— de que «no basta con indignarse».
A «la cosa» que formuló hace un año Javier Terriente les
ha salido bien la cosa. Posiblemente porque, también, ha sabido aparecer como
algo radicalmente nuevo. Un cofrade me dice: «Las propuestas que pude escuchar ayer
al líder de PODEMOS, qué sorpresa... son las mismas que IU lleva haciendo hace
ya bastantes años...nada nuevo bajo el sol». Quizá no exagere mi
amigo. Pero esta nueva organización ha sabido aparecer como algo inédito,
incluso hasta en sectores que tradicionalmente habían votado a IU. Es decir,
han tenido la vista de disponer de otro ajuar, y hasta su aparente adanismo,que
han formulado con moderación les ha significado un plus.
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