1.--
Quienes se opongan --por activa, pasiva o perifrástica— a la apertura de un
proceso de reforma que conduzca a un referéndum sobre la forma de Estado en
España (esto es, o monarquía o república) lo van a tener crudo. Tal negativa
será un acicate para que la opción republicana incremente su fuerza. Y, por
supuesto, cada garrotazo que den las fuerzas de orden público provocará las
iras contra el Gobierno y fundamentalmente se traducirá en una exigencia más de
referéndum. Será, sobre chispa más o menos, algo parecido a lo que viene
ocurriendo en Cataluña desde hace ya un cierto tiempo que a más eructos contra
la consulta más independentistas crea.
Posiblemente
todo ello afectará al grupo de partidos que se nieguen a la convocatoria del
mentado referéndum. De ello no se escaparía tampoco a los cimbrios
del PSOE, que corre el riesgo de aparecer definitivamente
como el partido de lo viejo, del continuismo por mor de mantener la
“respetabilidad” de las élites.
Ahora bien, para que la opción republicana aumente
--de manera necesaria, pero sobre todo suficiente-- es preciso que las fuerzas
políticas partidarias de ello (todavía muy minoritarias) no se contenten con lo
que explícitamente aparece como tal. Todavía no hay millones de balcones con la
bandera tricolor. O lo que es lo mismo: la consciencia real, que se explicita
en la calle, está todavía lejos de la consciencia posible de exigencia del
referéndum. De ahí que sea exigible que el «proyecto republicano» esté
acompañado de un «trayecto» que haga aflorar el republicanismo sociológico con
el explícitamente político. Con pasos precisos: non multa sed multum; cuya traducción libérrima sería: no muchas
cosas (peor si son embarulladas) sino las óptimas. Y, como diría aquel famoso
viejo engreído: «No tengo prisa en que me deis la razón; ya lo iréis viendo»
2.— Con el acceso al quiosco del sexto Felipe se
entra (no en la segunda transición, como han afirmado algunos) en el
Continuismo en un momento en que el bipartidismo está gripado. En todo caso,
los problemas sociales siguen en pie. Nada que objetar a que los movimientos
sociales participen en el «trayecto» republicano. Sin embargo, la razón
esencial de su existencia –y no digamos del sindicalismo-- es la intervención en los problemas concretos
de la gente de carne y huesos.
Delenda est monarchia. Sin
embargo, cada cual debe apechar con sus responsabilidades inmediatas: las que
les llevan al conflicto social. Tal vez sobre lo que voy a decir, pero el
conjunto asalariado juzgará al sindicalismo por la defensa de sus intereses, no
por su aportación al trayecto republicano. Pido excusas: resolver el gravísimo
problema de los trabajadores de Panrico, es sólo un ejemplo, es más urgente que
el trayecto republicano u de similar naturaleza.
Admirado José Luis, al final, con lo de Panrico, parece que el texto se salva. Yo creo que es mejor proponer un trayecto con un proyecto que esté basado en un diagnóstico riguroso sobre la enfermedad real del Capitalismo y, después, proponer un proyecto utópico útil, que dé pautas al trayecto. Esto es un trabajo descomunal, que necesita unas energías muy concentradas y vigorosas. No creo que, de momento, se puedan distraer en un objetivo republicano aunque sea deslumbrante. No aporta más que confusión y dispersión. No caigamos en la Miseria de la Filosofía. Si la República es necesaria para ese proyecto, adelante, si no, aunque se movilicen por la República, como lo hacen por Cataluña, no dejará de ser eso, Miseria de la Filosofía. Un abrazo
ResponderEliminarQuerido Javier, cuenta conmigo. A mis ochenta años aun me acuerdo de algunas cosas, y hasta es posible que me proponga una autorefundación de mí mismo. Saludos octogenarios.
ResponderEliminar