Josep Solé i Barberà
A la “conversación sobre Catalunya” se ha sumado Carlos ARENAS POSADAS. Al final de intervención de Carlos un servidor toma la palabra.
La burguesía nos lleva al paraíso
Querido José Luis:
Tercio en este
comienzo epistolar que habéis acometido Javier y tú sobre “el asunto catalán”.
Creo que vas a entender mi tono de cabreo porque cada vez que oigo “nación” mi
sistema nervioso se desestabiliza.
El que esto suscribe se está poniendo
mayor y espera que tras cuarenta años de servicio a la comunidad, no le
vengan con cuentos a estropear los últimos años de la vida. ¿Qué es lo que
tiene, qué es lo que quiere conservar después de tantos años de trabajo? Un
techo, una familia, una pensión, tiempo libre para escribir y seguir
aprendiendo, el placer de tomar unas copas con los amigos. No tiene
sensación alguna de haber vivido por encima de sus posibilidades, si acaso no
mucho más de lo que le han permitido a cómodos plazos los bancarios al servicio
de los banqueros. Estos sí que han vivido por encima de lo que merecen por la
basura que han ofrecido, así como la cohorte de grandes y pequeños
especuladores, los estúpidos que se creyeron filatélicos, rumasianos,
fondopensionistas, capitalistas populares.
¿Quién me viene a joder los últimos
años de la vida, Zavalita? El capitalismo insostenible que necesita joder
para reinventarse, hacer daño para reconstruir al alza los márgenes de
beneficio, privatizando, reduciendo costes y compromisos democráticamente
asumidos con la población. Los que conocemos algo de la historia de la
humanidad sabemos que las distintas reinvenciones del capitalismo han venido
acompañadas de momentos dramáticos para quienes no poseen ese bien celestial,
áulico, que llamamos capital. Generaciones enteras a lo largo de la historia
fueron sacrificadas en las work-houses, expulsadas de sus tierras,
muertas estúpidamente por las patrias en guerras mundiales o coloniales,
angustiadas por el desempleo o por las reformas laborales para que el
capital mantuviera o incrementara la tasa de ganancia.
Ya es grave que el factor capital
siempre escaso (por eso se destruye con guerras y burbujas) valga más que el
factor trabajo (que siempre sobra mientras sigamos teniendo hijos). Lo que no
soporto es que me tomen además por idiota; que la rapacería se recubra de
valores justificativos de carácter nacionalista y, por supuesto, en ese
sentido, igual me da que Franco, Rajoy o los banqueros digan que lo hacen por
salvar España (se pronuncia con pe explosiva) que Mas y las cuatrocientas
familias que constituyen la élite con pedigrí de la burguesía catalana digan
querer salvar a Catalunya (pronunciada con tonos nasales como tapándose la
nariz). Unos y otros sólo quieren salvar el tesorito acumulado,
aprovechar las oportunidades que le está ofreciendo la crisis, la supremacía
política y cultural para justificar el “negoci”. Unos y otros se trabajan el
nacionalismo para tapar las vergüenzas que le competen por la crisis. Lo
que me apena es que una buena parte de la población se deje llevar por
esos chantajistas emocionales que claman a la tripa antes que a la inteligencia
(como si no hubiéramos aprendido del daño ocasionado por el fascismo en España;
como si no hubiéramos aprendido nada de la muerte de Layret o del Noi del
Sucre, a manos de los matones de la patronal, hoy muy independentistas ellos).
El otro día vi en una cadena de
televisión el reportaje de la manifestación de la diada en Catalunya. Me di
cuenta de que había muchos niños que agitaban banderas y coreaban consignas
patrióticas. ¿Quién les ha comido el coco a esas criaturitas? Sólo les
faltaba el uniforme identitario. ¿Es pertinente la relación entre esos jóvenes
independentistas en busca de un futuro en la administración del estado catalán
con los jóvenes sin futuro que engordaron el monstruo nacional socialista?.
También me llamó la atención una mujer de mediana edad, con acento castellano,
que cerrando y abriendo su manita decía con sorna: ¡Adiós España, adiós!
Pobre mujer; me dio lástima. Pocos días después CIU ha aprobado en el
parlamento de Madrid más recortes de la mano del PP. La pobre piensa
seguramente que la patria catalana le va a dar lo que la patria española no le
da. Sólo querría decirle que el problema de Catalunya no se resuelve sólo con
pactos fiscales; el problema económico de Catalunya se llama globalización y
economía financiera, el problema de un capitalismo que ha quedado expuesto a la
competencia mundial sin las muletas que siempre le prestó y le sigue prestando
el Estado español, en especial, las comunidades que compramos lo que los
empresarios catalanes venden (el superávit de la balanza comercial catalana se
obtiene de lo que vende en España porque el saldo con el extranjero es
negativo). Piense señora que está muy mal visto morder la mano de quien le da
de comer. Lo que usted pudiera llamar dinero malgastado en engordar a los
perezosos del sur (cuya cuantía los nacionalistas magnifican), no son
regalos sino inversiones, porque una buena parte de ese dinero revierte a
Catalunya para beneficiar a quienes hoy la engañan.
Volviendo al principio. Para que nos
dejen de una vez por todas en paz, hay que poner a los nacionalismos en el cubo
de la basura; son construcciones sociales burguesas destinadas a reproducir
la supremacía económica, social y política del capital. ¡Bastante tenemos
con la crisis sistémica del capitalismo a escala global! ¡No añadamos como en
el 36 más leña al fuego siguiendo las consignas de estos capitalistas de
pacotilla estén en Madrid o en Barcelona!
Querido
Carlos:
Bienvenido a estas conversaciones. Para un
servidor es algo más que un placer pegar la hebra contigo. Máxime sobre estos
asuntos tan vidriosos.
En tu
entrada, subtitulada La burguesía nos conduce al paraíso abordas
la relación entre nacionalismo y burguesía. Tu punto de vista fundamentado
tiene el valor de haber estudiado durante muchos años el vínculo entre los
poderes económicos andaluces y el territorio. Poco tengo que decir sobre esa
relación que estableces. Ahora bien, me vas a permitir que haga algunas
consideraciones sobre la segunda parte del potente incipit de tu artículo:
“creo que vas a entender mi tono de cabreo porque cada vez que oigo “nación” mi
sistema nervioso se desestabiliza”.
Pero,
antes de meterme en harina, me agarro a templanza (mitezza) del maestro
Norberto Bobbio. En un libro-conversación entre Bobbio y Maurizio Viroli
(Dialogo
intorno alla repubblica, Laterza 2001), el filósofo del derecho
responde explica: “Hay italianos que están orgullosos de una cierta historia de
italia que no se refiere a la política, ni a la historia social o religiosa: es
la historia literaria de Dante, Petrarca, los grandes pintores renacentistas,
aquellos que en cierta medida han contribuido a la formación de la cultura
europea. Esta es mi Italia, la talia en la que me miro, la Italia que me hace ser
orgulloso de ser italiano. Cuando en Trento quisieron testimoniar su fidelidad
a Italia erigieron un monumento a Dante … es la Italia que continúa
con los grandes poetas, con Leopardi, Foscolo, Manzoni y termina con Giuseppe
Verdi”.
Tres cuartos de lo mismo me pasa, querido
Carlos. Mi relación con España es muy similar: la España de Cervantes y
Velázquez, de Federico y don Manuel de Falla, la de las agitaciones campesinas
andaluces que relató el notario de Bujalance, la de los intentos de renovación
de la vida política, intelectual y científica que maduró en la segunda
república, la España de
Camacho y Saborido. Con lo que, dada mi formación, no tengo más remedio que
ampliar las cofradías que cita Norberto Bobbio. Comprenderás que mi relación
con Catalunya tenga la misma dimensión: la catalunya de Joan Maragall
y Salvador Espríu, la de Salvador Seguí “Noi del sucre”, Ángel Pestaña y
finalmente la Catalunya del
Partit Socialista Unificat de Catalunya.
Todavía
recuerdo a un bravo Josep
Solé i Barberà que, en un
momento de tensión de la
Assemblea de Catalunya, clamó enfáticamente: “Estoy más
con un jornalero de Huelva que con un burgués catalán”. Esa es mi
Catalunya, Carlos. Y debo decirte que, hasta la presente, ni dios hecho carne
ha puesto en entredicho el catalanismo de aquel viejo león del comunismo.
Yendo
por lo derecho: a mí, que no soy nacionalista, no me desestabiliza que se hable
de nación.
Es más, cuando tanta gente se siente involucrada con ello –como
pertenencia– me produce un profundo respeto. Posiblemente tengo más
respeto que tienen no pocos nacionalistas con quienes no lo somos. Pero esto es
harina de otro costal. No sólo tengo respeto al concepto nación sino que creo
que Catalunya lo es. Lo digo desde la mitezza bobbiana y sin
ninguna relación con las formulaciones académicas que definen, acertadamente o
no, dicho término.
A mi juicio, toda esta situación se ha
complicado por algo que decía en mi primera carta a Javier Aristu: el
desdibujamiento progresivo de las izquierdas a lo largo de los últimos treinta
años, caracterizado por (primero) simular que eran tan nacionalistas como la
derecha catalana y (después) abandonar el disimulo para rebañar consensos de
masas por todos los balates de la geografía política catalana, y finalmente
abrazar la causa con mayor o menor diapasón hasta situar la principal
contradicción en nacionalismo / no nacionalismo. Y para mayor abundamiento,
toda una serie de afrentas por parte de la derecha carpetovetónica y de
ilustrados exponentes de la izquierda (¿habrá que recordar a un
desaforado Peces-Barba añorando los bombardeos a Barcelona en tiempos del
general Espartero?) Que han significado un espectacular corrimiento hacia el
nacionalismo e independentismo en Catalunya. Por no hablar de la palabra
devaluada de Zapatero prometiendo el oro y el moro que luego se convirtió en la
plata de la que cagó la gata…
Y
como la conversación será larga (eso espero) me reservo toda una serie de
consideraciones de orden económico. Mientras tanto, recibe un abrazo desde la
ciudad donde resido: Pineda de Marx. Con x final. José Luis López Bulla.
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