sábado, 28 de abril de 2012

SOBRE LA CRISIS DE LA IZQUIERDA



Informamos de la traducción del segundo capítulo de La ciudad del trabajo: izquierda y crisis del fordismo (de Bruno Trentin).  Que se publica en su blog correspondiente: CAPITULO 2. LA CRISIS DEL MANAGEMENT Y EL FINAL DE LAS VIEJAS CERTEZAS


Con la idea de picar la curiosidad de nuestras amistades y conocencias se ofrecen aquí tres párrafos del mencionado capítulo. Así pues, demos la palabra al autor.


PRIMERO. Esta contradicción creciente entre la tendencia, inducida por el uso de las tecnologías informatizadas, a aumentar los requisitos profesionales de las prestaciones del trabajo –en términos de control de la calidad del producto o en términos de competentes capacidades de decisión e intervención en las situaciones cada vez más numerosas que deben ser corregidas o variar el flujo productivo o suplir las imperfecciones de las máquinas (o de su programación) y el aumento de la inseguridad en la duración de la relación de trabajo, también ahora en el modelo japonés del empleo de “por vida” para una minoría de trabajadores— acentúa la resistencia motivada  entre los mismos trabajadores a la hora de afrontar el trauma que se deriva de un cambio radical de su modo de trabajar y el coste, incluso psicológico, de tener que reemprender,  en edad madura, una nueva experiencia de carácter formativa. 

Esta profunda e inédita contradicción que emerge en todas las formas de organización del trabajo, obligadas como están a ajustar las cuentas con la crisis del sistema taylorista y con la gradual superación del modelo fordista de producción estandarizada, abre ciertamente un espacio nuevo a la iniciativa de los trabajadores organizados, también en el campo de la negociación colectiva  una mayor autonomía de decisión  en la prestación laboral y un poder de codeterminación tanto en los objetivos cuantitativos y cualitativos a conseguir en el proceso productivo como en los instrumentos que deben activarse para realizar similares objetivos, comenzando por la organización del trabajo y los sistemas horarios.


Segundo. Por lo demás, también en Italia surge una conclusión  similar de una corriente de la cultura socio-económica prejuiciosamente orientada a la contestación de la persistencia de una sociedad  dividida en clases sociales (en el “esquema” marxista) y de la relevancia del conflicto de clase en la interpretación de las transformaciones de la sociedad civil. También en Italia hubo una abundante literatura sociológica que asumía como criterio determinante para concretar la identidad –y la supervivencia--  de una clase social (y sobre todo, naturalmente, de la “clase obrera) el criterio de la renta percibida por los diversos grupos de ciudadanos o del máximo de su estatus formalmente reconocido. Este criterio, como elemento de discriminación, más allá de negar en la raíz la naturaleza del trabajo asalariado --es decir, su esencia--  ante todo, el trabajo subordinado heterodirecto, puede conducir a conclusiones, no sólo parciales, sino frecuentemente erróneas y paradójicas. En Italia se han hecho confluir en la categoría vaporosa de las  “capas medias”  emprendedoras, profesionales liberales, empleados, técnicos y obreros altamente especializados; sin embargo, en Norteamérica se entiende –quizás más correctamente— como “clase media” incluso el trabajo asalariado (de los empleados y obreros) establemente ocupado, en contraposición, de un lado, a la upper class de los managers y los grandes “poseedores”, y de otro lado, a los trabajadores precarios, los desempleados, los poor workers y los marginados. 

Ahora, tal diagnóstico liquidador del principal referente social de la izquierda, más que cualquier amplia disertación, da testimonio del definitivo divorcio desde hace bastante tiempo en una parte relevante de la izquierda occidental entre la ingeniería sociológica y una sistemática búsqueda sobre las transformaciones sociales que realmente están operando, sobre las transformaciones rapidísimas del mundo del trabajo subordinado en todas sus múltiples articulaciones y sobre los cambios  súbitos del concepto mismo de trabajo.

Tercero. En vez de asumir plena conciencia de las raíces más profundas de la presente crisis de identidad, una gran parte de la izquierda occidental –renunciando al principal referente político y social--  corre el peligro de replegarse hacia la cooptación de una “clase política” caracterizada, cada vez más, por un compadreo con la gestión del poder estatal y por una intrínseca  relación de solidaridad entre sus componentes y no de ejercer un  papel de representación de un área significativa de la sociedad civil. 




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