Bruno Trentin dijo de manera educada que “la izquierda estaba distraída de las cuestiones sociales”. Era un lenguaje conceptualmente duro y, a la vez, exquisitamente amable. Lo que no sabemos es qué hubiera pensado Trentin si hubiera oído que, en un programa televisivo, Zapatero afirmó que un café valía ochenta céntimos. O, ahora más reciente, nunca sabremos qué cara hubiera puesto Bruno si hubiera seguido el debate barcelonés entre Jordi Hereu (actual alcalde de la ciudad) y su compañera de partido (socialistas catalanes) Montserrat Tura. Como es sabido, ambos compiten en primarias para la nominación definitiva como candidatos.
Casi al final del debate entre ambos candidatos –en la noche platinoche, noche que noche nochera, según dejó sentado Federico-- Tura afirmó que “el sueldo normal se encuentra entre 2.200 y 2.500 euros mensuales”. Al público asistente se le puso la cara de cartón piedra al constatar que la aspirante –ex Consejera en el gobierno catalán en tiempos de Maragall y Montilla, y una de las dirigentes del partido— no tenía ni rapajolera idea de lo que estaba diciendo. Lo curioso del caso es que, momentos antes, Tura había manifestado que “hay que prestar más atención a lo que dice la gente”, un añejo tópico donde los haya.
Aquí hay algo más que una anécdota: es la constatación del desconocimiento de amplios sectores de la izquierda política de lo que genéricamente llamamos “cuestión social”. Lo que, a su vez, es consecuencia, de una despreocupación caballuna ante dichos problemas. Que tiene, in primis, un origen: la izquierda política ha dimitido de abordar los problemas concretamente más sentidos de la gente de carne y hueso. Y si queremos sacarle más punta al lápiz, diremos lo siguiente: esa izquierda es tan antigua como la ropa que hace un siglo usaba la mujer. Que la tita Pilar cantaba imitando a Selica Pérez Carpio.
Es la tradicional izquierda del viejísimo movimiento obrero (en todas sus acepciones políticas) que hacía aquella distinción: la alta política para el partido; los salarios son cosa de los sindicatos. Que entró en crisis definitiva cuando al sindicalismo confederal le salió la muela del juicio. En definitiva, el resbalón de Tura no es para mondarse de risa sino para constatar hasta qué punto perviven, hogaño, los viejos talantes de la izquierda de antaño. Susurros, aproximadamente bien informados, esparcen la nueva de que Tura es, también, candidata a dirigir el partido de los socialistas catalanes. Desde luego, condiciones tiene para ello.
Casi al final del debate entre ambos candidatos –en la noche platinoche, noche que noche nochera, según dejó sentado Federico-- Tura afirmó que “el sueldo normal se encuentra entre 2.200 y 2.500 euros mensuales”. Al público asistente se le puso la cara de cartón piedra al constatar que la aspirante –ex Consejera en el gobierno catalán en tiempos de Maragall y Montilla, y una de las dirigentes del partido— no tenía ni rapajolera idea de lo que estaba diciendo. Lo curioso del caso es que, momentos antes, Tura había manifestado que “hay que prestar más atención a lo que dice la gente”, un añejo tópico donde los haya.
Aquí hay algo más que una anécdota: es la constatación del desconocimiento de amplios sectores de la izquierda política de lo que genéricamente llamamos “cuestión social”. Lo que, a su vez, es consecuencia, de una despreocupación caballuna ante dichos problemas. Que tiene, in primis, un origen: la izquierda política ha dimitido de abordar los problemas concretamente más sentidos de la gente de carne y hueso. Y si queremos sacarle más punta al lápiz, diremos lo siguiente: esa izquierda es tan antigua como la ropa que hace un siglo usaba la mujer. Que la tita Pilar cantaba imitando a Selica Pérez Carpio.
Es la tradicional izquierda del viejísimo movimiento obrero (en todas sus acepciones políticas) que hacía aquella distinción: la alta política para el partido; los salarios son cosa de los sindicatos. Que entró en crisis definitiva cuando al sindicalismo confederal le salió la muela del juicio. En definitiva, el resbalón de Tura no es para mondarse de risa sino para constatar hasta qué punto perviven, hogaño, los viejos talantes de la izquierda de antaño. Susurros, aproximadamente bien informados, esparcen la nueva de que Tura es, también, candidata a dirigir el partido de los socialistas catalanes. Desde luego, condiciones tiene para ello.
Yo creo, amigo José Luís, que uno de los problemas fundamentales que ha heredado esta llamada izquierda, es que sus dirigente no provienen o han olvidado de dónde, de clases sociales, digamos: normaltes. Hay demasiada pequeña-burguesía haciendo de ovejita negra de la familia y entonces pasa lo que pasa, la teoría está muy bien pero choca con la terrible realidad. No ya es el precio de un cafetito o el de los salarios (que ojalá fuera el debate: ganar entre los 2 mil y los 2 mil quinientos -donde hay que firmar dirían más de unos cientos de milesde ...- el problema es que el debate social se confunde con el color verde, y a mi se me pone la cara colorá cuando oigo y veo algunos programas electorales, debates, tertulis y todas estas cosas tan modernas a la que la clase política (como oficio y beneficio, para bien o para mal)nos tiene acostumbrados. Mientras miramos hacia todos los lados posibles, menos para el adecuado, la vida pasa y la gente hasta se ha cansado de cabrearse con los políticos y sus políticas. Es un problema de descrédito, ya nadie se cree lo que dicen a quienes votamos con un gran sentir y una gran responsabilidad. Luego nos pagan como nos pagan. Necesitamos hacer renacer la política, creer en ella, ahora que cada día es más dificl creer en los políticos, para ello necesitamos una "revolución" y que los que sí que saben qué está pasando se arremanguen y se pongan a trabajar para aquello que dicen representar. Un saludo!
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