miércoles, 5 de octubre de 2022

Echenique, baturro de adopción


 

Pablo Echenique es un político singular. Es un dirigente que cuadra en los distingos de la oposición; las tareas de gobierno le sofocan. La oposición vendría a ser, según nuestro hombre, el reino de su mundo; estar en el gobierno no sería ya estar en este mundo. Ya lo era de esta guisa cuando actuaba de espolique de Pablo Iglesias, aunque siendo segundón obedecía los cánones de donde manda patrón, no manda marinero.

Echenique puede estar simultáneamente de acuerdo consigo  mismo y al revés, puede coincidir con su partido cuando le pueda interesar y, desde luego, aparenta su acuerdo con el gobierno en los momentos menos trascendentes. Comoquiera que estamos en tiempos de presupuestos generales parece el momento para que Echenique eleve el diapasón de su jota--himno preferido para los momentos de oposición: «Chúpame la minga, Dominga».

Sabes ustedes a qué me refiero: Podemos designa un grupo negociador para consensuar con el PSOE algunos flecos importantes de los Presupuestos generales del Estado. Acuerdo. Los problemas de España y los españoles son de este mundo, los presupuestos también. El contexto es conocido: las derechas de colmillo retorcío y los pijos de bidonville, el complejo mediático de Madrid y sus merindades, que ni siquiera han leído ni la primera página de los PGE, regüeldan y hacen la pedorreta. Los socios, a su vez, afilan la calculadora para mendigar un «jéchame argo», que les lave la cara en su encomienda. Es la cofradía de los lloricas.

Es en ese contexto –y no en otro--  donde Echenique critica los presupuestos  pasadas unas horas del acuerdo de su partido con el PSOE. Una voz caritativa diría: «Son la cosas de Echenique». También en el preciso momento en que se libra una tensa disputa demoscópica que siempre penalizó los episodios de división y bronca personal.

En fin, Echenique y sus ostrogodos sólo han cogido de la izquierda tradicional las disputas por vaciar la vejiga y ver quien mea más largo. Pablo Iglesias lo vio venir y, aparentando una generosidad corsa, colgó los trastos de matar y se cortó la coleta.  

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