viernes, 30 de septiembre de 2022

La casa de tócame Roque


 

El govern català, desde hace demasiado tiempo, se ha convertido en una olla de grillos del independentismo político que, se nos dijo, había venido a este mundo a proclamar la república catalana. Es una casa de tócame Roque que podría darnos una idea aproximada de la forma de gobernar si se hubiera alcanzado la meta. La cuestión, si queremos dejarnos de perifollos, es la siguiente: unos, que están en lo de «jécheme osté argo»; y otros, que van dejando pasar el tiempo de irse de esta casa de la Troya –o sea, los de Junts post post post convergentes— porque se quedarían en la calle, unos 250 cargos, que, hablando en plata, son 20 millones de euros en sueldos. 

Yendo por lo derecho: la chansón de geste de aquel 1 de Octubre se ha convertido en algo chirigotero. Con todo, personajes tan pintorescos como aquel Quim Torra siguen con los brazos en jarras y afirman que «La partida no se ha jugado todavía». Que no sabemos interpretar si como amenaza de niño chico o quejío postmoderno. Aunque, a decir verdad, lo estrambótico no es esta frase (La Vanguardia, de hoy) sino que en su día llegara a ser presidente de la Generalitat.

Consecuencias de todo ese cómico itinerario del pomposamente llamado procés: el independentismo ha dejado de ser un sujeto intimidante en España; pérdida en España y Europa de la autoridad y prestigio de Cataluña; una pueblerinarización (dispensen el palabro) de la sociedad catalana y, definitivamente, una crisis de identidad bien visible.

Vale decir que todo ello ocurre en unos momentos de extremada importancia en Europa y de movimientos convulsivos en las autonomías españolas en relación al parné, al puto parné.

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