Algunos
compañeros, y a pesar de ello amigos, me aturrullan con correos, guasap y eso
del messenger preguntándome por qué no escribo, a qué se debe mi silencio en
las redes. Mi respuesta es directa:
porque no tengo nada útil, algo que valga la pena de comentar. No es pereza, ni
cansancio de la rutina diaria de sentarse ante el ordenador. Es simplemente seguir
la norma de Wittgenstein que podríamos vulgarizar
como «en boca cerrada no entran moscas». Hablando en plata: mejor, siempre en
mi caso, estar callado que llenar la página de gilipollescencias. Por lo que
cuando tenga algo útil que decir sobre la guerra de Ucrania, la corrosión de la
flema británica, la naturaleza del Alzamiento de las togas carpetovetónicas,
las nuevas perplejidades catalanas o la pedagogía de papá Laporta a Laporta Júnior, entonces –y
sólo entonces—estableceré un duelo a primera sangre con la página en blanco del
ordenador. Y si eso ya no es posible porque las ruedas de mi carreta ya
chirrían, siempre podrá presumir moderadamente de que yo aré lo que pudo.
Sin
embargo, estoy en condiciones de hablar del próximo día 27 de este mes. Al
grano: en el salón de actos de CC.OO. de Catalunya se presentará el libro ´Señoritos,
viajeros y periodistas, Miradas sobre la Andalucía del siglo XX´. El libro está
prologado por el maestro Antonio Muñoz Molina.
Aunque
realmente dicho acto es un homenaje a su autor, Javier
Aristu. Se trata de un intelectual que bien pudo haber ejemplarizado la
famosa relación de alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura.
La
importancia del ensayo de Aristu queda clara cuando sitúa los jaramagos que ha
producido la labor de intelectuales, como José María de Pemán, y otros en ese estrambótico constructo del «alma
andaluza». Pero no interesa ahora ofrecer un adelanto –eso que píjamente diríamos
hou como spoiler— porque entiendo que
el libro debe leerse con atención, los codos encima de la mesa, y el lápiz para
tomar apuntes.
Con
todo, a pesar de mi mala memoria no me olvido del gran testimonio de Aristu:
puso en marcha un movimiento, junto a Javier Tébar,
de lo que se dio en llamar los Diálogos catalano—andaluces, que hoy en
condiciones diversas podrían reanudarse.
De
esto hablaremos el día 27 de octubre. Me cabe el honor de intervenir en dicho
acontecimiento. Les prometo a todos ustedes, amigos, conocidos y saludados, que procuraré estar en forma ese día. Procuraré que Wittgenstein no me llamará la atención.
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