jueves, 10 de junio de 2021

Cataluña: hoy ya no es ayer


 

Voces catalanas tan diversas como la del ex consejero de la Generalitat Santi Vila y la del periodista Francesc—Marc Álvaro con excelentes relaciones con la cúpula de Esquerra Republicana de Catalunya coinciden en que ´se acabó lo que se daba´. El primero afirma que «el procés se ha acabado»; el segundo está hablando ya del «post procés». De momento no tenemos nada que objetar a estas afirmaciones. Convendría, así las cosas, arriesgar un poco más en la reflexión para ver   qué novedades han aparecido en esta nueva situación. A continuación esbozo con mucha cautela estas variaciones.

1)           El procesismo ha sido derrotado y sus dirigentes se encuentran divididos y, peor aún para ellos, enfrentados entre sí. Es lo que tienen las derrotas y, especialmente, aquellas situaciones en las que uno de los contendientes no sabe –o no quiere—retirarse a tiempo. Porque lo peor no es ser derrotado sino, tras «la grande polvareda», verse dividido y enfrentado con sus compañeros de armas y bagajes.

2)           La pérdida de predicamento de Carles Puigdemont, que ha dejado de ser el punto de referencia de la gran mayoría del independentismo es tal vez el dato más espectacular. Hoy es influyente en su partido, Junts per Cat, pero su alejamiento físico de la política catalana y de su intendencia ha provocado la aparición de antiguos allegados que ahora tienen mando en plaza. Aquí vale el dicho infantil de «Quien se fue a Sevilla perdió su silla». De hecho, su representante en Cataluña, Jordi Sánchez, es un hombre que, por su trayectoria política excesivamente versátil y sus maneras verticalistas, no concita la adhesión de los diversos vecindarios de Waterloo que con frecuencia le desautorizan. De hecho el acuerdo con ERC para formar gobierno lo cocinó él sólo con su almohada. Así pues, la derrota del procés está afectando y resquebrajando la vieja disciplina del gen granconvergente.

3)           Estamos ante la aparición de un nuevo líder institucional, el joven Pere Aragonès, cuyo mandato está hipotecado por sus acuerdos con la CUP: dentro de un año se verá si esta organización sostiene al nuevo president. O tal vez antes, tras considerar que el junquerazo –la vía unilateral a la independencia no es «viable ni deseable»-- es un «error garrafal», pueda reconsiderar sus apoyos al govern catalán.

4)           Podría ser que ERC haya hecho la opción de imitar al PNV que distingue entre la presidencia del gobierno y la dirección del partido. O tal vez no sea fruto de una reflexión meticulosa sino obligados por las circunstancias. Sea como fuere, el caso es que Junqueras será el jefe del partido con mando en plaza indicando no sólo los objetivos a medio y largo plazo sino –como ha sido ahora--  el giro espectacular del viejo partido republicano. Con todo, nos alarma que un golpe de timón de esa envergadura haya sido tomada verticalmente, sin –que nosotros sepamos— la debida discusión en las bases.

5)           La gran incógnita será qué actitud tomará el Partit del socialistes de Catalunya.  Tendrá un  papel complicado. Deberá, naturalmente, estudiar los costes y beneficios de su larga etapa de oposición en Cataluña mientras en Madrid gobernaba su ´partido hermano´  que, a su vez, le interesaba la estabilidad de Cataluña. Digamos las cosas con fundamento: es difícil compatibilizar hacer oposición al govern catalán, negociar las cosas que obligatoriamente debe hacer incluso un partido serio de la oposición y, simultáneamente, no interferir en las relaciones directas entre la Generalitat y el gobierno de Pedro Sánchez.  Diofanto, famoso por sus embrolladas ecuaciones, se rascaría la cabeza encontrando la solución.

 

Punto final. Es la hora de la política en Cataluña; hasta la presente todo –o casi todo--  ha sido una zahúrda.

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