Esquerra Republicana de Catalunya vuelve
a ocupar el primer puesto del podio de los partidos europeos más confusos.
Parece que estaba un tantico inquieto por la pérdida momentánea de tan
acrisolada condición. Así pues, vuelta a la normalidad.
Sabemos
que se han reunido altos representantes de ERC y de Waterloo para volver a magrear el asunto del Consell Nacional per la Repbúlica. De un lado, Marta Rovira, exiliada en
Ginebra sin que conste que la busque –o la haya buscado-- la Justicia y, de otro lado, Toñico Comín y el bardo Lluis Llach. El encuentro,
según dicen los asistentes, ha ido la mar de bien: se avanza hacia Itaca al
tiempo que los de Junqueras
– Aragonès García van
ingresando a hurtadillas en esa estantigua del Consell per la República.
Podría
ser que el tipo de negociación que ERC ha entablado con los de Puigdemont para repartirse
la túnica sagrada tendría esta característica: darle a cada facción de Waterloo
lo que esta exige con mayor hincapié. El problema –o uno de los problemas más
enrevesados-- es que una tribu muy
potente, la de Laura Borràs,
presidenta del Parlament, quiere, propone y trabaja por la celebración de
nuevas elecciones. Con lo que el confuso partido de ERC está negociando
confusamente con los diversos retales confusos que componen Waterloo. Con lo
que, así las cosas, la confusión no es una anomalía en el interior del
independentismo sino una seña de identidad: confuso, el independentismo mágico, confuso el independentismo, pragmático sólo los días nones.
Todo
ello nos lleva a una situación de solipsismo en el sedicente gobierno
autonómico. El problema tiene todas las de eternizarse. Tal vez no se resuelva
el asunto mientras no se sepa qué se entiende por antes que antecede a lo primero.
Sería de interés que Pepe Sacristán nos aclarara
el sentido de la máxima que refería su padre, don Venancio.
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