domingo, 3 de enero de 2021

La televisión en tiempos de pandemia


 

 

Me permito puntuar con un cero patatero a los responsables de programación de las televisiones. Lo hago extensivo a las estrellas de los programas de entretenimiento. Este cero inmisericorde se explica por el carácter de los programas durante estos tiempos del coronavirus. Me llamarán subjetivista, pero en mi opinión, en esa situación excepcionalmente dolorosa –angustia, sufrimiento y luto --  se ha mantenido el mismo tipo de televisión que en épocas normales. Ese medio no ha jugado un papel de agradable distracción durante el largo año pasado. Peor todavía, el tipo de información que se ha dado, así en los programas como en los telenoticias, ha sido monotemático, reiterativo y angustioso. No ha fomentado nunca el sosiego sino la intranquilidad. Una situación que se ha encanallado, todavía más, con la aparición de la llamada tercera ola. 

Chocante. A ningún responsable se le ha ocurrido que a una situación tan excepcional correspondía una programación y unos programas radicalmente diferentes. Esto es, una programación amable, no digo banal. Cero patatero a todas las cadenas.

Ninguno de los ejecutivos de esos medios vieron en su momento que una parte considerable de la sociedad, en un momento dado, empezaba a cambiar el paso: su comportamiento disciplinado, –uso de las mascarillas, distancia social y otras normas aceptadas--  fue dando paso a la desresponsabilización: calles y plazas atestadas de gente, terrazas amogollonadas de personal, fiestas particulares a todo meter. Las autoridades gubernativas no han atajado ese seísmo.  Una situación que se ha hecho más estúpidamente festiva con el surgimiento de la llamada tercera ola del virus.

El caso de Llinars del Vallès no es el único, pero si el más llamativo. Algunos centenares de personas españoles, belgas, franceses y alemanes –no sólo jóvenes, algunos barrigones cerveceros de cuarentones impresentables hemos visto--  se dieron cita en una casona abandonada de dicha localidad para pasarlo en grande, noche y día, todo el tiempo que el cuerpo aguantase. Aquello ha acabado por aburrimiento. Las explicaciones que la autoridad gubernativa de la Generalitat ha dado no son consistentes.

Voces autorizadas habrá que intenten dar una explicación a este fenómeno que relatamos. Yo me quedo en la superficie, en la constatación de lo que está sucediendo. Voces de simulada autoridad querrán explicarlo y ya veremos si aciertan. Y finalmente habrá también voces zotes que hablarán por hablar en artículos periodísticos, libros y tesis doctorales. Nosotros, seguiremos el cómodo consejo de «en boca cerrada no entran moscas».

Con todo, no dejaré de decir que el comportamiento de la oposición política ha ayudado al desmadre del personal. Y como no se me caen los anillos quiero señalar la importancia del artículo de Mario Vargas Llosa en El País de hoy. Un palo en el colodrillo a Pablo Casado y a la Conferencia episcopal española. Quien tuvo, retuvo: El derecho a morir.

 

Post scriptum.---  «Lo primero es antes», enseña don Venancio Sacristán.


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