Don
Carlos Lesmes necesita
una buena ración de rabillos de pasas: ya no se acuerda –ni nadie de sus
alrededores se lo menciona-- cuando
ejerció el cargo de Director general de relaciones con la Justicia en el
segundo gobierno de José
María Aznar. Les señalo lo pintoresco del negociado: Relaciones con la
Justicia. Montesquieu bananero.
Lesmes,
destacado miembro de la noblesse d´etat,
sabe cómo manejar a los covachuelistas y de qué manera convertir lo gaseoso de
sus principios en el segundo aznarato con lo granítico de sus ideas en la hora
presente.
Lesmes
ha tocado a rebato. Hay que romperle el espinazo a la propuesta de dos grupos
parlamentarios –el Socialista y el de Unidos Podemos— que formulan una propuesta de
desbloqueo de la actual situación del Consejo General del Poder Judicial. Ni
siquiera ha tenido la elegancia de esperar a que se abra el debate en el
Parlamento. La nobleza de estado cree que sigue teniendo los privilegios de
antaño, abolidos formalmente pero mantenidos en el imaginario corporativo de
las togas y las puñetas. Diversos Tribunales Superiores de Justicia
territoriales han organizado la conga, poniéndole también el espolón de proa al
proyecto de ley.
Lo
chusco del asunto es que, desde estos sectores de alto coturno de la Justicia,
se emiten juicios tan peregrinos como que con la propuesta de los dos grupos
parlamentarios «se agrede a Montesquieu». Y, a partir de tan chocarrero
constructo, algunos refitoleros llegan a la conclusión subvencionada de que,
así las cosas, se entra en el paquete de los «Estados fallidos». Hasta el
remilgado Fernando Ónega se
deja contagiar interesadamente. Ver La Vanguardia de hoy.
A
pesar de todo, sospecho que los miembros del Eforado –desde hace tiempo tiene
el código de barras caducado— saben que la iniciativa de los dos grupos
parlamentarios es perfectamente legítima. ¿Por qué entonces se comportan tan
indocumentadamente? Porque se dirigen a esa enorme bolsa de la ciudadanía que
desconoce esos artificios. Con lo que llegamos a la pacífica conclusión que lo
que están haciendo es agitación subversiva. Es, parodiando a Lope de Vega algo así: «porque como las paga el vulgo
es justo / hablarle en necio para darle gusto».
Sin
embargo, no sólo es la falta de elegancia que antes hemos mencionado. Es, sobre
todo, el interés indisimulado en pasar de ser legisladores implícitos a
legisladores por la puerta de atrás. Un salto negativamente cualitativo. Pero
lo han hecho con tan torpes y malas artes que se les ha visto el plumero.
Sugerencia:
nuestros éforos deben desempolvar los libros de Hans
Kelsen y darle la espalda a Carl Scmitt.
Post
scriptum.--- Dijo Montesquieu: «Una cosa no
es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa». Claro
que sí. Y don Venancio Sacristán, viendo pasar el tiempo, lía un caldogallina, lo
enciendo y añade: «Lo primero es antes».
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