No
han sido pocas las veces que hemos hablado en estas páginas de la ineptitud de
ciertos políticos y, muy concretamente, de personas de inepcia homologada: Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso y Quim Torra. Estos dos
últimos con mando en plaza, esperemos que por poco tiempo; el primero,
aspirante a ser el premier, deseándole que no lo sea nunca. Un trio de probada incompetencia.
Ciertas personas caritativas o indocumentadas les atribuyen ideología a este trío
singular. Por supuesto, son de derechas, de una derecha rancia y, los tres, furibundamente nacionalistas:
Ida, la señora desorden, y Casado, de la derecha carpetovetónica; Torra, el
presidente--caos, de la derecha mediterránea. Tres personajes, que parecen
tolerar la democracia en clave de fastidio. Hay más de esa especia en España.
Pero posiblemente no tan bien repartidos estratégicamente. Con ellos nos ha
caído una plaga.
Comparten
dos rasgos preocupantes: uno, el cursus
honorum del trío ha sido vertiginoso, en menos que canta el gallo mañanero
han pasado de la nada a los más altos puestos del escalafón de la política;
otro, y –como consecuencia de lo anterior--
no han gestionado absolutamente nada, porque ni siquiera les ha dado
tiempo. Y ahí los tenemos: Ida y Torra al frente de los asuntos políticos de
las dos comunidades autónomas más importantes de España; Casado a la espera de
que una conjunción astral le aúpe a donde tanto desea.
Tres
indocumentados y ayunos en gestión en puestos de alta responsabilidad. En un
país azotado por una descomunal pandemia. Pero, eso sí, ineptos,
indocumentados, precarios en la gestión –desperfectos que no prescriben ni son
susceptibles de ser indultados-- pero con el olfato clasista suficiente de
poner en manos de la privada importantes áreas de la sanidad con millonarios
contratos en aparente lucha contra la pandemia.
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