miércoles, 23 de septiembre de 2020

Madrid, la cumbre del bochorno o el poder de los jefes de gabinete


 

Hay quien atribuye a los dos jefes de gabinete el dibujo integral del encuentro Sánchez Ayuso. Es, para decirlo con la pompa del acto, la Cumbre de la Puerta del Sol. Y es que, según parece, esos dos caballeros tienen vara alta, vale decir, que mandan un montón. Mandan demasiado así en lo visible como en la invisible.  Mucho se ha dicho, en las últimas veinticuatro horas acerca del dibujo del acto: ostentación desmesurada y barroquismo decadente. Solo faltó la banda de cornetas y tambores. Boato de bodorrio pueblerino.

En mi caso, entiendo que se ha tratado de un dibujo bochornoso: no están los tiempos para estas alharacas y figuroneos propios de nuevos ricos. Un dibujo que no tenía ningún tipo de conexión sentimental con el sufrimiento de decenas y decenas de miles de personas en Madrid, en toda España. Los jefes de gabinete –el enigmático Iván Redondo y el chocarrero  Miguel Ángel Rodríguez-- no cayeron en ese detalle. Es decir, que el  encuentro tuviera un decorado austero y no ese péplum a lo Vittorio Cottafavi.

     Los jefes de gabinete son unos personajes realmente chocantes y, por lo que sabemos de estos dos, la cosa podría ser inquietante. En esta ocasión han demostrado que se acercan un tanto a la desvergüenza: organizar ese jolgorio, disfrazado de protocolo para no infundir sospechas, me escandaliza estética, moral y políticamente. Ahora bien, los jefes de gabinete, exportados de la vida política norteamericana, son así porque han recibido  el encargo de que sean de esa manera: mitad validos, mitad secretarios.

     Así, pues, no les echemos la culpa a estos dos autores del dibujo. Ellos son unos mandaos. Unos mandaos de lujo, por supuesto. En este caso son inimputables. Y en el caso de que tuvieran alguna responsabilidad, esta prescribió a las dos horas. Sánchez y Ayuso deben asumir la responsabilidad de este bochorno.

     Aclaremos las cosas, por si las moscas: entiendo que era necesario un encuentro entre Sánchez, que hace juegos malabares y Díaz Ayuso, de la que no se sabe «de dónde saca / pa tanto como destaca». Más todavía, que se hiciera en la sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid era un gesto de relevancia política. Verse las caras era, pues, importante políticamente; hacerlo de la manera que lo han hecho me parece un inútil atracón de la españolía más zarzuelera. Agua, azucarillos y aguardiente.

Añado con la cabeza más serena: este blog continuará defendiendo laicamente al gobierno progresista y al mismo tiempo mostrará su disconformidad con aquello que choque contra nuestro paladar.

 

Post scriptum.--- Hemos recibido de un grupo de estudiantes de lengua castellana de Alma Ata este comentario: «Nos parece que el apotegma de don Venancio Sacristán --´Lo primero es antes´-- tiene profundas raíces de la filosofía oriental». Pasamos a dar conocimiento de ello a pepe.sacristan@talia.com

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