Hay
quien atribuye a los dos jefes de gabinete el dibujo integral del encuentro Sánchez – Ayuso. Es, para decirlo
con la pompa del acto, la Cumbre de la Puerta del Sol. Y es que, según parece,
esos dos caballeros tienen vara alta, vale decir, que mandan un montón. Mandan
demasiado así en lo visible como en la invisible. Mucho se ha dicho, en las últimas veinticuatro
horas acerca del dibujo del acto: ostentación desmesurada y barroquismo
decadente. Solo faltó la banda de cornetas y tambores. Boato de bodorrio
pueblerino.
En
mi caso, entiendo que se ha tratado de un dibujo
bochornoso: no están los tiempos para estas alharacas y figuroneos propios de
nuevos ricos. Un dibujo que no tenía ningún tipo de conexión sentimental con el
sufrimiento de decenas y decenas de miles de personas en Madrid, en toda España.
Los jefes de gabinete –el enigmático Iván Redondo y el chocarrero
Miguel Ángel
Rodríguez-- no cayeron en ese detalle. Es decir, que el encuentro tuviera un decorado austero y no ese
péplum a lo Vittorio Cottafavi.
Los jefes de gabinete son unos personajes
realmente chocantes y, por lo que sabemos de estos dos, la cosa podría ser
inquietante. En esta ocasión han demostrado que se acercan un tanto a la
desvergüenza: organizar ese jolgorio, disfrazado de protocolo para no infundir
sospechas, me escandaliza estética, moral y políticamente. Ahora bien, los
jefes de gabinete, exportados de la vida política norteamericana, son así
porque han recibido el encargo de que
sean de esa manera: mitad validos, mitad secretarios.
Así, pues, no les echemos la culpa a estos
dos autores del dibujo. Ellos son unos mandaos.
Unos mandaos de lujo, por supuesto.
En este caso son inimputables. Y en el caso de que tuvieran alguna
responsabilidad, esta prescribió a las
dos horas. Sánchez y Ayuso deben asumir la responsabilidad de este bochorno.
Aclaremos las cosas, por si las moscas:
entiendo que era necesario un encuentro entre Sánchez, que hace juegos
malabares y Díaz Ayuso, de la que no se sabe «de dónde saca / pa tanto como destaca». Más todavía, que
se hiciera en la sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid era un gesto
de relevancia política. Verse las caras era, pues, importante políticamente;
hacerlo de la manera que lo han hecho me parece un inútil atracón de la
españolía más zarzuelera. Agua, azucarillos y aguardiente.
Añado
con la cabeza más serena: este blog continuará defendiendo laicamente al
gobierno progresista y al mismo tiempo mostrará su disconformidad con aquello
que choque contra nuestro paladar.
Post
scriptum.--- Hemos recibido de un grupo de estudiantes de lengua castellana de
Alma Ata este comentario: «Nos parece que el apotegma de don Venancio Sacristán --´Lo primero es antes´-- tiene
profundas raíces de la filosofía oriental». Pasamos a dar conocimiento de ello
a pepe.sacristan@talia.com
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