Ha
finalizado el «trienio caótico». Ahora comienza algo que no sabemos qué es.
Quien fuera el capataz del caos, Quim Torra, ha dejado de ser lo que era, aunque somos muchos los
que ignoramos qué hacía exactamente. De momento tenemos dos elementos que
podrían indiciar las próximas semanas: el testamento
de Torra y la estética que han negociado los partidos que conforman el gobierno
catalán.
Torra
en su última comparecencia en el Palau de sant Jaume –pocos minutos después de
que hablara el Tribunal Supremo-- ha
recuperado la calenturienta fantasía de Artur Mas de hace cinco años: las elecciones plebiscitarias.
Aquellas elecciones, dijo el sedicente audaz, deberían ser «un plebiscito por la independencia». Fiasco o
gatillazo, como ustedes prefieran. Lógicamente el independentismo, ya post post
convergente, se negó a sacar conclusiones: la culpa del fracaso era del maestro
armero, una figura legendaria que sirve para tapar agujeros.
Torra
–que, económicamente, tendrá un buen pasar a partir de ahora, disculpen la
intromisión en su vida privada-- ha
llamado a quien quiera oírle al «plebiscito» en las próximas elecciones. De
momento se dirige al nuevo partido –de estampa waterlooiana— para que no olvide
las esencias milenaristas, y también está mirando al independentismo
movimientista, quizá señalándole que él, Quim Torra, está disponible para la
que sea menester. Les está diciendo «yo no soy un político, soy como vosotros».
La
primera reacción ha sido de Esquerra
Republicana de Catalunya.
Educadamente le ha respondido que ni hablar del peluquín.
Cambio
de tercio.
Aquel
inquietante Miguel de Unamuno le espetó en
cierta ocasión a Joan Maragall: «A ustedes les
pierde la estética». La austeridad del
autor de San Manuel Bueno frente a la explosión de los colores mediterráneos.
Con todo, hay que reconocer que, cuando los colores compiten desaforadamente entre
sí, se corre el riesgo de hacer el pazguato. De ahí que cuando el amarillo
azafranado (Waterloo) compite con el amarillo oscuro (ERC) la estética resultante es, a veces, un
sainerpento, vale decir, mitad sainete, mitad esperpento.
Es
decir, los de Waterloo
han negociado con los de Junqueras
el reparto de la túnica sagrada hasta la celebración de las elecciones,
tal vez en febrero próximo. La estética: el vicepresidente no será el
presidente en funciones, sino el contramaestre; en todo caso, no podrá utilizar
–por respeto-- el despacho de Torra que, a su vez, no usó el de Puigdemont.
(Todavía me acuerdo de cuando, siendo yo niño chico, en la Vega de Granada las
mozuelas «guardaban la ausencia» del novio cuando éste se iba a ´servir al
rey´).
En
definitiva, después de Torra viene lo que nunca se fue: el simbolismo y la
estética.
Post
scriptum.--- Hay quien afirma que π, pi, es el número más
importante de la geometría. Nada que objetar. Ahora bien, en política y en las
cosas de la vida «lo primero es antes». Lo de la geometría lo dijo Euler; lo otro, nada menos que don Venancio Sacristán. Basilea y Chinchón hermanados.
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