La
Diada, desde hace tiempo, tiene el significante deteriorado y su significado
empieza a estar borroso; el independentismo se ha encargado eficazmente de
ello. Ayer, 11 de setiembre, según reza el Calendari dels Pagesos, fue una fecha más en el
almanaque. La Diada ha perdido marfil, cemento y esmalte. Otra consecuencia de la
errática casquería del procés.
Cierto,
hubo varias decenas de miles de asistentes a los actos que había convocado la ANC. Sin embargo, salieron
de Barcelona más de 240.000 coches con rumbo a las playas de la mar
mediterránea. Pero el acontecimiento en el que habían puesto sus esperanzas,
como lógica prevención ante la pandemia, fue la colocación –dijeron— de miles,
miles y miles de esteladas en los
balcones y ventanas. Poco traperío pudo verse. No sólo es el cansancio, sobre
todo la fatiga empieza a dar señales de que la fecha de ayer es un aparteaguas
en la relación de la feligresía hasta ahora independentista común con el
independentismo orgánico. Cansancio, fatiga y ahora decepción porque –ni siquiera
en la Diada, como era habitual-- los
partidos independentistas celebraron ´paz y tregua de Dios´. Cansancio, fatiga,
decepción y ahora estupor oyendo a la señora Elisenda Paluzie afirmar que «los Mossos no es
policía catalana sino española». Cansancio, fatiga, estupor, decepción y ahora
irritación del independentista peatonal que observa que su Diada queda mancillada por los ultras de los cdr que atentan
contra los trenes de cercanías: terrorismo con sonrisas.
Mientras
tanto, en las covachuelas de la Generalitat el trabajo brilla por su ausencia:
unos, aplicando los mandamientos de Waterloo; otros, intentando esquivar las llaves de lucha
grecorromana que le vienen de Waterloo. Unos y otros sabían que la Generalitat ha
perdido un 30 por ciento de sus ingresos debido al coronavirus. Así las cosas, ¿qué hacen los unos y los
otros? Solamente esto: preparar la respuesta al libro que ha publicado el contrario.
Punto
y aparte. Doy la palabra a Lluís Rabell: « La izquierda ha tardado en diagnosticar
certeramente la naturaleza del movimiento que se desarrollaba ante ella y que
trastocaba la sociedad catalana, sus instituciones, su convivencia. Una parte
de esa izquierda duda aún ante el populismo. He aquí el desafío del próximo
período. La izquierda necesita desplegar sin complejos un proyecto propio para
Catalunya, un proyecto federal y progresista. La épica impotente del populismo
sólo puede dejar tras de sí un reguero de frustración, resentimiento y división.
Pero, para tejer un proyecto alternativo, hay que empezar a llamar a las cosas
por su nombre». Lo pueden ver en https://lluisrabell.com/2020/09/10/el-inacabable-momento-populista/
Post
scriptum.--- No busquen en Tito Livio
que «lo primero es antes». Solo en las fuentes orales de Pepe Sacristán, hablando de su
padre, Venancio.
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