sábado, 8 de agosto de 2020

«Con tan grande polvareda perdimos a don Beltrán». Ojo con abrir cierto melón.

 


«Mientras que todos sabemos que la apertura de un proceso constituyente en estos momentos sobre la forma de estado no es factible en razón de la correlación de fuerzas – ni posiblemente deseable en cuanto a la nueva conformación de los derechos ciudadanos que se pudiera obtener en esta fase histórica respecto del marco institucional recogido en la Constitución de 1978 – y que la actuación de estos gobiernos autonómicos que nos afligen no puede ser por el momento impugnada, alejada la política de su función clásica de transformación de la realidad, perdidos en la sustancial inmovilidad de los períodos electorales que tienden a conservar y a aceptar la visión deformada de lo que sucede, la noticia del preacuerdo que cierra el conflicto en Nissan permite comprender que el curso de las cosas puede ser modificado, que la acción colectiva y organizada puede resultar productiva en términos sociales y políticos».  (1). Así ha hablado Antonio Baylos. Sin concesiones ni gazmoñerías. Es un buen método para no dar cuartelillo a los boys scouts.

 

Primer tranco

 

El gobierno de coalición no es un problema ni una solución moral; es el resultado de una concreta relación de fuerzas. De esa coalición salen naturalmente beneficiados, en una u otra medida, el partido mayoritario y el minoritario. Y de esa relación pueden beneficiarse los más amplios sectores de la sociedad en función del programa de gobierno que, inicialmente, se haya pactado y posteriormente aprobado en la sesión de investidura.  Si por cualquier razón, y con independencia de quien lo provoque, se rompiera el gobierno de coalición está claro que el programa de reformas quedaría interrumpido sine die. 

Esta es una consideración que, en primer lugar, debería tener presente el equipo del gobierno y las direcciones de los partidos que le dan soporte parlamentario. De igual manera, dicha preocupación debe estar en el conjunto de la ciudadanía que apoya al gobierno. Sépanlo de una vez por todas: si, como enseña Baylos, «la apertura de un proceso constituyente en estos momentos no es factible», abrir el debate ´en estos momentos´ sobre ese particular  es o puro disparate o un ejercicio pirotécnico tan alocado como las quimeras de Waterloo y sus franquicias.  

 

Segundo tranco

 

Claro, es un problema de relación de fuerzas. Pero, en mi opinión, eso no es lo decisivo. Lo fundamental es considerar que la acción política –y especialmente la de izquierdas--  no puede, ni debe confundirse de momento ni de etapa. Si lo hace se convierte en un actor ineficaz. Es una ineficacia que suele disfrazarse de un retórico «tenemos razón». De hecho, también hablan de ese modo los independentistas. Pero hace tiempo que deberíamos saber que tener razón no basta. Más todavía, tener razón tampoco es una cuestión moral sino práctica. Este es un discurso que es duro de pelar para los coros de los fuegos de campamento. Estos coros que se pasan la excursión cantando chansons de geste. No, ni en París estaba doña Alda, «la esposa de don Roldán», ni éste se encontraba en Roncesvalles. Pura fantasía. Pero –oído, cocina--  podría ser cierto y premonitorio aquel romance que decía: «Con la grande polvareda / perdimos a don Beltrán». Abrir el melón puede provocar la gran polvareda en la que perdamos el gobierno de coalición.

 

Tercer tranco

 

Cuidado con lo que se hace, ojo con  el melonar que se quiere abrir: abrir la caja de los truenos de un proceso constituyente es ponerle un torpedo a la línea de flotación de sacar gradualmente al país de la crisis, de su reconstrucción tras los efectos de la pandemia, que todavía sigue haciendo estragos. Ese proceso necesita sosiego, porque con turbulencias las cosas serán más complicadas. Turbulencias, las justas. Sólo las que organice la derecha para evitar las transformaciones y reformas que se desprenden del programa del gobierno progresista. De manera que cualquier atolondramiento desde algún sector de la izquierda sería, no sólo una huida hacia adelante, sino sobre todo una perturbación del proceso de continuidad y consolidación de reformas de gran calado. Una alteración de las cosas que podría costarnos muy cara. 

Así pues, sería un contrasentido que, precisamente ahora, cuando tenemos la posibilidad de crear y acumular nuevos derechos de ciudadanía social, dentro y fuera del ecocentro de trabajo con el Estatuto de los trabajadores del siglo XXI, nos pusiéramos a salir por las peteneras de una república hipotética.

 

Cuarto tranco

 

Nadie ha contestado a Enric Juliana cuando ha puesto encima del tapete las cinco crisis simultáneas que atraviesa España: sanitaria, económica, de la monarquía, de reputación de los partidos y territorial. Con un gobierno que no tiene mayoría estable en el Parlamento. Que tiene pendiente la aprobación de las cuentas públicas para 2021. Sería una calamidad introducir nuevas variables de inestabilidad como, por ejemplo, abrir el melonar de la república. Quien lo haga o es un alma de cántaro o un aventurero. 

Definitivamente, «lo primero es antes» (Venancio Sacristán, metalúrgico filósofo de Chinchón)



1) https://baylos.blogspot.com/2020/08/nissan-el-acuerdo-que-cierra-el.html


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