domingo, 19 de julio de 2020

La «cuestión industrial», ahora




No parece que las negociaciones en curso para el reparto de los fondos de la reconstrucción europea acaben  de las mejores maneras posibles para el Sur y, concretamente, para España. Lo veremos dentro de poco. En todo caso, podemos adelantar, con poco riesgo por nuestra parte, las siguientes hipótesis: 1) el resultado distará mucho de lo que inicialmente se había previsto; 2)  el gobierno español intentará capear la situación explicando que la gallina es realmente un pavo real; y 3) Casado casaseno, en su aparente excursión al centro político, despellejará a Pedro Sánchez tal como mandan los cánones del Evangelio, según Aznar. Esa chuchería del espíritu, el centro, no va a impedir que el PP esparza gas grisú por tierra, mar y aire.

En todo caso, el dato es que –sean cuales sean los resultados--  España tendrá que apechugar con lo que salga. Hablando con voz clara, aunque  no olvidando que hay más días que longanizas en esta Unión Europea. Esperemos los resultados de la negociación y si tenemos que rectificar lo haremos con mucho gusto, pues nosotros solo somos infalibles los días que son divisibles por 11. 

Ahora bien, necesitamos una reflexión de largo aliento. Que obvie el lamento y se ponga manos a la obra. Y, sobre todo: hay que dejar de considerar que lo principal son las aportaciones europeas; lo principal –a ver si se nos mete en nuestra dura mollera— es lo que hagamos nosotros. Y, dentro de esa prioridad, diseñar una política industrial, especialmente la que exige la transición ecológica. De manera que se debe enviar al sepulcro del Cid, y cerrarlo con siete veces setenta llaves, la nefasta concepción –Carlos Solchaga dixit— de que «la mejor política industrial es la que no existe». De aquel teologúmeno vinieron no pocas de nuestras desgracias.

El director de La Vanguardia, Jordi Juan, escribe hoy: «Está escrito que una de las fortalezas que tiene Alemania es su potente sector industrial, que supone un 31 % de su PIB frente a un mínimo del 16 % que tiene España. Portugal tiene un 21 %». La asimetría es considerable. Así las cosas, es necesario ir remontando gradualmente esa situación. Más todavía, con esa endeblez industrial, incluso con ayudas, seguiremos teniendo dificultades. Por lo que  --dispensen que no me ande con sutilezas--  o se pone en marcha una política industrial o no nos salimos de la poquedad económica. En parecida dirección apunta Miquel Puig  en su artículo (clique aquí) Una oportunidad única, por Miquel Puig - La Vanguardia

Como es natural la clave está en el papel que quieran jugar en esa dirección los sindicatos y las organizaciones empresariales. Lo que han hecho hasta ahora en el actual proceso contractual es necesario, pero no basta. No basta, recalco. 

Addenda.---  Juan Marsé nos ha dejado. ¡Qué impacto nos produjo sus Últimas tardes con Teresa!  


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