Aquí
no nos hemos caído de un guindo. Ni nos chupamos el dedo. Por eso quiero decir
la mía en este asunto de la hipotética relación de Felipe González con los GAL. Esta es una
cuestión que aparece en la (pomposamente llamada) nueva normalidad para
recordarnos que no hay nada nuevo bajo el Sol como continuidad de la vieja
normalidad. La tesis de este ejercicio de redacción es que la reaparición de
ese asunto no se dirige esencialmente contra Felipe González sino contra el
gobierno progresista de coalición en general y, más en concreto, contra Pedro Sánchez.
En
1984 la CIA en un dossier clasificado explica el surgimiento de un batallón
paramilitar contra el terrorismo de ETA. Años más tarde un digital casi
desconocido, El Salto, publica grandes extractos de dicho
dossier, aunque no cita el nombre de Felipe González. Es mayo de 2018, en
puertas de la moción de censura de Mariano Rajoy. El
domingo pasado el periódico La
Razón saca de los archivos el mencionado dossier, incorporando el nombre
de Felipe González. Precisamente ahora cuando la derecha necesita que el viejo
jarrón chino siga ejerciendo de tocacojoncicos de Pedro Sánchez.
La
derecha apostólica apostó que la pandemia
se llevaría por delante a Pedro Sánchez. (Las prisas de los niños bitongos
carpetovetónicos son comparables a las de Waterloo). La situación es: 1) la encuesta que
dirige Michavila (Abc) y la del CIS avalan que el PSOE aumenta levemente su
distancia sobre Casado casaseno;
2) Alemania y Francia –Merkel y Macron--
apoyan a Pedro Sánchez y, ambos, han arremetido recientemente contra las
derechas extremas de sus respectivos países.
Aquí
no nos hemos caído de un guindo. La reaparición del informe tenía un objetivo: armar barullo en el cuadro
político español en puertas de las
elecciones autonómicas en el País Vasco y estando en capilla de la discusión de
los Presupuestos generales del Estado. Por lo que estaba asegurada la
indignación del PNV y la revuelta en Unidas Podemos en el caso de que Pablo
Iglesias no apoyara la moción de investigación. Más todavía, había otro el
interés añadido: provocar que el PSOE tome partido. Si lo hace a favor tiene
que apechugar con la hipotética cal viva; si lo hace en contra se incrementa la
distancia entre los grupos dirigentes y el rescoldo felipista. En todo caso, el
interés de la reaparición del dosier huele y no precisamente a vainilla.
De
momento, González ha decidido llamarse Andana.
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