domingo, 5 de abril de 2020

Rafael Ribo y la magdalena de Proust


Rafael Ribó ha vuelto a estar en coplas.  Hace unos meses fue protagonista de ciertos asuntos que avergüenzan a una institución tan sensible como la que preside, a saber, la Sindicatura de Greuges que para que lo sepa Eduardo Saborido, es el Defensor del Pueblo de Cataluña. Hace unos días volvió a ser noticia por unas extrañas declaraciones sobre la Unidad Militar de Emergencias. Rafael Ribó (en adelante, para abreviar, RR) necesita estar en portada o cerca de ella en cualquier caso.

Nuestro hombre --que podía haberse pagado ciertos viajes para ver jugar al Barça en el extranjero, pues debe tener un buen pasar-- decidió aceptar que dicha afición se la subvencionase un empresario, de cuyo nombre no es necesario acordarse, estrechamente ligado a las andanzas tóxicas del 3 por ciento. Aquel tres por ciento que financió ilegalmente al partido de Jordi Pujol y Artur Mas. RR acepta que un corruptor de mayores y corrupto de postín le convide en, al menos, dos ocasiones, a viajar de gañote.  RR, cuando se descubre el pastel y es interpelado, afirma que «no conoce al personaje». Extraña respuesta en su caso, porque en Cataluña, que es un pañuelo, se conocen todos los miembros de las doce tribus.  Con todo, diremos que esta relación entre RR y el independentismo (sección business) tiene una característica física: el pago en especie.

Es un pago en especie, ciertamente, pero hay algo más: después de dar algunos tumbos –del trópico de Cáncer al de Capricornio y viceversa— RR ha ido aproximando sus relaciones con el independentismo genérico, siempre a través del Govern de la Generalitat. Del Defensor del Pueblo, que en una primera etapa fue excelente, pasó gradualmente a Justificador de Puigdemont y Torra. Paris bien vale una misa, que dijo el cuarto Enrique.

RR observó que el diligente Torra arremetía contra la presencia del «Ejército español», así tal cual, en Cataluña. Todo un mensaje para que las mesnadas independentistas ardieran contra las «fuerzas de ocupación». No venían a Cataluña –según esa arboleda de tuits--  a echar una mano contra la pandemia; venían a ocuparla como si fueran los viejos Tercios de Flandes. RR sabe perfectamente –no le negaremos su inteligencia--  que eso es un disparate a sabiendas y queriendas. Pero cree que debe echarle un capote al diligente Torra.

El Ejército español se dispone a montar un hospital de campaña en Sabadell. El independentismo mueve sus piquetes electrónicos en su contra. Y el inquieto Rafael Ribó tira de declaraciones, sin que nadie le pida que intervenga. RR le pide al Ejército: «Se debe respetar en todo momento lo ordenado por los estándares nacionales e internacionales para garantizar los derechos humanos». Una sintaxis sutil la de este brillante profesor de Teoría del Estado, doctor en Ciencias Políticas, premio Cum laude. Porque su redactado rezuma la desconfianza --«se debe respetar»-- y la insinuación a que podrían no respetarse «los derechos humanos». Ni una palabra de apoyo a la Unidad Militar de Emergencias, que según los galápagos del Partido Popular era el «caprichito de Zapatero». Es un texto como pago de impuestos por el mantenimiento en el cargo. O dicho de otra manera: es un texto alimenticio.

Rafael Ribó rememora por partida doble el olor de la magdalena de Proust.  A RR le parecía, viajando a Berlín a ver el Barça, que olía a Kubala que según los niños chicos santaferinos  “inventó la Raspa con el balón” en el primer caso. Y en el segundo el olor de la magdalena le devolvió a los tiempos en que valientemente se enfrentó a las fuerzas armadas.


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