Rafael Ribó ha
vuelto a estar en coplas. Hace unos
meses fue protagonista de ciertos asuntos que avergüenzan a una institución tan
sensible como la que preside, a saber, la Sindicatura de Greuges que para que
lo sepa Eduardo Saborido,
es el Defensor del Pueblo de Cataluña. Hace unos días volvió a ser noticia por
unas extrañas declaraciones sobre la Unidad Militar de Emergencias. Rafael Ribó
(en adelante, para abreviar, RR) necesita estar en portada o cerca de ella en
cualquier caso.
Nuestro
hombre --que podía haberse pagado ciertos viajes para ver jugar al Barça en el
extranjero, pues debe tener un buen pasar-- decidió aceptar que dicha afición
se la subvencionase un empresario, de cuyo nombre no es necesario acordarse,
estrechamente ligado a las andanzas tóxicas del 3 por ciento. Aquel tres por
ciento que financió ilegalmente al partido de Jordi Pujol y Artur Mas. RR acepta que un corruptor de
mayores y corrupto de postín le convide en, al menos, dos ocasiones, a viajar
de gañote. RR, cuando se descubre el
pastel y es interpelado, afirma que «no conoce al personaje». Extraña respuesta
en su caso, porque en Cataluña, que es un pañuelo, se conocen todos los
miembros de las doce tribus. Con todo, diremos
que esta relación entre RR y el independentismo (sección business) tiene una
característica física: el pago en especie.
Es
un pago en especie, ciertamente, pero hay algo más: después de dar algunos
tumbos –del trópico de Cáncer al de Capricornio y viceversa— RR ha ido
aproximando sus relaciones con el independentismo genérico, siempre a través
del Govern de la Generalitat. Del Defensor del Pueblo, que en una primera etapa
fue excelente, pasó gradualmente a Justificador de Puigdemont y Torra. Paris bien vale una misa, que dijo el
cuarto Enrique.
RR
observó que el diligente Torra arremetía contra la presencia del «Ejército
español», así tal cual, en Cataluña. Todo un mensaje para que las mesnadas
independentistas ardieran contra las «fuerzas de ocupación». No venían a
Cataluña –según esa arboleda de tuits--
a echar una mano contra la pandemia; venían a ocuparla como si fueran
los viejos Tercios de Flandes. RR sabe perfectamente –no le negaremos su
inteligencia-- que eso es un disparate a
sabiendas y queriendas. Pero cree que debe echarle un capote al diligente
Torra.
El
Ejército español se dispone a montar
un hospital de campaña en Sabadell. El independentismo mueve sus piquetes
electrónicos en su contra. Y el inquieto Rafael Ribó tira de declaraciones, sin
que nadie le pida que intervenga. RR le pide al Ejército: «Se debe respetar en todo momento lo ordenado por los
estándares nacionales e internacionales para garantizar los derechos humanos».
Una sintaxis sutil la de este brillante profesor de Teoría del Estado, doctor
en Ciencias Políticas, premio Cum laude. Porque su redactado rezuma la
desconfianza --«se debe respetar»-- y la insinuación a que podrían no
respetarse «los derechos humanos». Ni una palabra de apoyo a la Unidad Militar
de Emergencias, que según los galápagos del Partido Popular era el «caprichito de Zapatero».
Es un texto como pago de impuestos por el mantenimiento en el cargo. O dicho de
otra manera: es un texto alimenticio.
Rafael
Ribó rememora por partida doble el olor de la magdalena de Proust. A RR le
parecía, viajando a Berlín a ver el Barça, que olía a Kubala
que según los niños chicos santaferinos “inventó
la Raspa con el balón” en el primer caso. Y en el segundo el olor de la
magdalena le devolvió a los tiempos en que valientemente se enfrentó a las
fuerzas armadas.
Nota.--- Se sugiere la visita a https://desiertodelostartaros.com/?fbclid=IwAR2ev8UGFFVKrUKwuG5QM9J-qEk4B8W8S__lYOFzzzAUk8Ltm94zF90p3EQ
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