martes, 14 de abril de 2020

El bulo de las mascarillas de 1714




El capataz de la consejería de Interior de la Generalitat, precariamente honorable Miquel Buch, ha arremetido nuevamente contra el gobierno de España. Este hidalgo de gotera se pasó el día contando las mascarillas que había recibido: dijo que eran 1.714.000, es decir, la misma cantidad que evoca una fecha nefasta para Cataluña, el 11 de setiembre de 1714. El capataz, airado, eructó que «Con la historia de los catalanes no se juega».  Bulo tan canalla como gigantesco, que seguramente no ha salido de su caletre sino de su asesor de mendaz prosopopeya. En todo caso, el bulo tenía una clara intención: tapar el fracaso de Torra que había prometido un millón de mascarillas que no llegaron; que vendrán –dicen ahora— el día 20 de este mes.  

Sin embargo, el regüeldo no ha colado. El mismísimo Gabriel Rufián le ha propinado un guantazo en los hocicos: «Eso parece un gag de Polonia». La colleja es por partida doble: en la cara del capataz y en los mocos de los responsables del programa humorístico de TV3%, conocidos representantes del independentismo cátaro.  Pero el bulo, que ni siquiera ha sido bien visto por ciertos sectores independentistas del partido del capataz, no tiene la intención de ser creído. El capataz sabe que siempre habrá fraticelli que lo tengan por verídico y otros que necesitan creerlo. Hambre de bulo. El bulo que, para los cínicos de mercadillo, es un ineludible instrumento de combate, una vez que se han quedado sin estrategia, táctica y orientación. Con ni siquiera una política de cabotaje que llevarse a la boca.

Un blog de reciente creación, El desierto de los tártaros, hace sus entregas con temas monográficos. El último número trata de «bulos y redes». Uno de sus bloguistas, Ignacio de Mágina, nos alerta de que «estamos ante otro tipo de fenómeno pandémico: el virus de la desinformación». Que es consustancial con la degradación de la retórica democrática. Advierto que no se trata de una degradación entrópica sino inducida y forzada desde el almacenista de bulos para sus fines políticos. En el caso de este Buch de las mascarillas para que se consolide que «Madrid nos mata» y, además, con sarcasmos. Otro tártaro, Robert Deglané, arremete contra esa «selva comunicativa donde el lagarto se confunde con la comadreja, no hay manera de orientarse en esa confusión». Así las cosas, la única forma de situarse podría ser la siguiente: no creerse lo que digan estos caballeretes de la zahúrda del diligente  Torra, ni siquiera cuando afirmen que «en la multiplicación el orden de los factores no altera el producto». Atención, si lo dice Peano es cierto; si lo afirma Torra hay que desconfiar. Hay que desconfiar, incluso si este pobre hombre, el tal Torra, es el president de la Generalitat. Desconfíe todavía más si habla en TV3%.

TV3%, archivo de la bronca, albergue de los camorristas, hospital de los iluminados, patria de los cobardes, venganza de los miserables y correspondencia grata de firmes amistades que entienden que ser ladrón no es arte mecánica, sino liberal.  Que hubieran dicho  por partes don Miguel y don Francisco.

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