lunes, 2 de diciembre de 2019

Las enemistades de la lucha contra el cambio climático


Ayer mismo dijimos, por boca de Thomas Piketty, cuatro cosas bien dichas sobre el vínculo entre cambio climático y desigualdades sociales. Sobre tan importante reflexión es preciso seguir hablando, especialmente de las enemistades que concita el hecho de compatibilizar justicia social y cuestión medioambiental. Algo que motivó análisis y propuestas de gente tan seria como Enrico Berlinguer,  Enero de 1977, Pietro Ingrao y Bruno Trentin. Ninguno de ellos fue profeta en su tierra política con relación a este gran problema. 

El mismo Berlinguer pudo ver que su Discurso sobre la austeridad no quería ser entendido ni por sus más directamente allegados; tres cuartos de lo mismo le ocurrió a Ingrao, y Trentin se percató bien pronto que su metodología de las «compatibilidades»  se la pasaban por la cruz de los pantalones los internos, los externos y los mediopensionistas del sindicato. Muy pocos –se pueden contar con los dedos de una mano--  acompañaron a Berlinguer, Ingrao y Trentin (no exactamente coincidentes) en sus propuestas. Así pues, las enemistades se consolidaron y extendieron. Hubo un momento en que la cuestión ambiental que encarnaban los partidos ecologistas parecía darle un giro al problema. No hubo tal porque marginaron la lucha contra las desigualdades.

Las enemistades persisten. La relación directísima entre cuestión medioambiental y cuestión social o se aborda globalmente o todo quedará en un perifollo. Desde la «cueva tribal», en acertada expresión de Antoni Puigverd, sólo se hará política de campanario. Precisamente ese es el problema: quienes han de aplicar las decisiones de la Cumbre, que se está celebrando en Madrid, son grupos dirigentes que todavía hacen política en clave no global. Más todavía, la clase política (ya sea en el gobierno o en la oposición) que podría abrir camino tiene una formación cultural anterior a la globalización. Es, por así decirlo, pre—globalista.

Las enemistades ultras.  Ya veremos qué decisiones adopta la Cumbre. De entrada torcemos el morro: no asisten EE.UU. que, en su día, se desvinculó de la Cumbre de París. Tampoco China y el Reino Unido. Mal vamos. En todo caso, este magno encuentro mundial se desarrolla en un contexto de efervescencia de movimientos nacionalistas de marcado acento neopopulista, que niegan a machamartillo el cambio climático. Algunos de ellos están en importantes gobiernos. En el Reino Unido, con posibilidades de arrasar en las próximas elecciones.

Las enemistades beatas. Serán todos aquellos sujetos que, deseando intervenir y solucionar el problema, mantengan una personalidad y un carácter que no sólo no ayude en esa dirección sino que, encima, la agrave. De ahí la necesidad de que el sindicalismo, por ejemplo, sea un sujeto conscientemente global. A estas alturas, el sindicalismo «nacional» es un inconveniente.



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