Reconozco
la capacidad mediática del independentismo. Dentro de sus diversas familias
merece destacarse la imaginación de la abadía de Waterloo con el inestimable
apoyo la televisión y radio catalanas.
Desde
el Waterloo digital, a través de un sofisticado
sistema de comunicaciones, se envían
señales de agitprop para movilizar a
la feligresía. Sí, desde el confort de la mesa camilla se cuadriculan cuándo,
cómo y dónde hay que taponar el tráfico, cortar las vías férreas, quemar mobiliario urbano y
otros actos pacíficos, democráticos y peristálticos.
Son
sesentones con mucho parné que, en sus años mozos, hicieron una excursión a la
clase obrera, subvencionada por papá. En esa excursión deglutieron el Libro Rojo de Mao y la
teología de las contradicciones (principales y secundarias) tanto en el
interior como en el exterior del pueblo. Aquellos jóvenes, por cierto, acusaron
a la izquierda de las fábricas, universidades y barrios de revisionista.
Aquellos niños litri se cagaron en los muertos y en los vivos del PSUC porque defendía el
hecho nacional de Cataluña. Aquellos jóvenes excursionistas –mitad anorak,
mitad chirucas— regresaron a la llar de
foc y cambiaron el vino peleón del Baturrico por el excelso Vega Sicilia; dejaron
el garrafón de DYC y regresaron al Nockando. Gente lista, desde luego.
Ahora,
ya sesentones –algunos con doble cirroris en el hígado y en la cabeza— dominan
el cotarro. Es la derecha
independentista. Es la derecha revoltosa que se disfraza de patriótica para no
infundir demasiadas sospechas. Son los descendientes de aquellos grandes
burgueses que pagaban a quienes sabían manejar el gatillo contra los
sindicalistas. Ahora han cambiado la subvención a la remintong por el alquiler de tecnólogos y asesores
de gramática nacional—populista. Creadores de fake news. Pongamos que hablo de los jerifaltes del llamado Tsunami democràtic. Es
decir, esa organización clandestina dirigida por esos sesentones. Sin embargo,
a veces se pasan de rosca y se les pilla cuando ignoran que –desde la acera de
enfrente-- hay quien les observa.
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