Esto
es casi un elogio del maestro Josep Ramoneda.
Escritor prolífico, periodista brillante. Intelectual ponderado, que escribe
por lo general sin estridencia alguna. Que tiene la rara habilidad de incomodar
a los diestros y a los siniestros. No se trata de equidistancia, sino de una
beligerancia que, a veces, usa la ley del péndulo simple para compensar unas u
otras afirmaciones incordiantes. La utilización de esta ley es lo que
explica que le hagamos al autor un casi homenaje.
1.-- Ramoneda desarbola el carácter de la Asamblea de cargos
electos, de la que hablábamos hace días en Cataluña o La corte de Faraón. Concretamente nos dice: «El último
invento, la Asamblea de cargos electos, es un fantasma sin operatividad
institucional ni jurídica alguna, movido desde lejos por Puigdemont que no tiene otro objetivo que salvar las apariencias de la unidad
inexistente del independentismo», tal como nos dice en ´La campaña y la ley de
la gravedad´ (El País—Cataluña, hoy). Unas palabras que han sentado como un
tiro al independentismo milenarista. Son las palabras que se confrontan,
además, con los corifeos y demás aduladores agachados. El documentado cogotazo
de Ramoneda apunta a donde más duele a los eclesiásticos de Waterloo:
a) la fantasmada política de Carles Puigdemont y b) la división del independentismo.
2) Siendo importante el coraje de
Ramoneda, mis achaques me llevan a rogar al maestro que remate la faena con la
misma claridad de lo escrito en el parágrafo anterior. Porque tengo la
impresión de que tira del recurso del péndulo para, tal vez, compensar un
tantico la contundencia de su denuncia. Es cuando afirma: «Me niego a aceptar
que todos los independentistas apuesten por la estrategia de la confrontación».
Bueno, «todos» es mucho decir. De momento, ahí van algunas objeciones
provisionales.
El independentismo es una opción
política «de confrontación». (Lo que, en principio, no quiere decir que
necesariamente dicha confrontación se exprese con violencia). De confrontación,
decimos, que en el caso que nos ocupa se dirige contra el Estado y su Ley
fundamental, la Carta Magna. Por lo demás, es irrelevante que «todos» los
independentistas apuesten –o no-- por la confrontación. Por ella apuestan sus
líderes sin excepción: los matices y contrastes que hay entre ellos se refieren
no al hecho de la confrontación sino a cómo realizarla. Más todavía, quienes
han optado por la no confrontación han sido apartados de los órganos dirigentes
y ahora yacen pacíficamente en el Purgatorio. La lista no es pequeña en la
familia post post convergente. A muchos se les ha mandado un tuiter con esta
leyenda: «Extra ecclesiam nulla salus». O sea, fuera de la confrontación no hay
salvación. Tal como pacíficamente acuñó antañazo aquel famoso san Cipriano, obispo de Cartago.
3.— Ramoneda sigue aplicando el péndulo
con el que compensar su enérgica desautorización de la fantasmada de Waterloo.
«Es especialmente desasosegante el despliegue de artefactos jurídicos y
amenazas judiciales». Bien está, querido maestro, afirmar que la solución es política,
cosa que compartimos sin reserva mental alguna. Pero cuando Torra se pone
cimarrón, el aeropuerto está ocupado y se lanzan adoquines pacíficamente,
democráticamente, peristálticamente los
artefactos jurídicos y las amenazas judiciales deben hacer la siesta? Y me pongo a reflexionar: la izquierda sigue teniendo problemas con el orden público democrático.
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