martes, 12 de noviembre de 2019

Cataluña, canción de amor y de guerra


Siguen los cortes de carretera en Cataluña después de celebradas las elecciones generales. Ahora lo más estridente sigue siendo el tapón de la frontera con Francia. Convengamos, pues, que la capacidad de Puigdemont de hacer amigos es infinita.

A simple vista se podría llegar a la siguiente conclusión: el independentismo ha perdido la chaveta. Lo que no es totalmente descartable. Sin embargo, la continuidad de las movilizaciones en esta fase post electoral tiene un sentido clarísimo: mantener la tensión viva para recordarle a Esquerra Republicana de Catalunya que no debe pactar nada que signifique desbloquear la situación ni –muchísimo menos--  facilitar la investidura de Pedro Sánchez. Este es el sentido de las zahúrdas pacíficas, democráticas y peristálticas que dirige Tsunami democràtic, el comité clandestino en manos del tándem Puigdemont Torra.  

Sin embargo, lo sorprendente es que Esquerra se deje apalear por el falansterio de Waterloo. En todo caso es la resultante de la poquedad y falta de autoridad de los republicanos. Junqueras ejerciendo de evanescente Reina madre; el contable Aragonès cuadrando el debe y el haber de unas paupérrimas cuentas públicas; Torrent jugando al escondite inglés con el Tribunal Constitucinal; y Rufián en busca de respetabilidad como almogávar post moderno y hacer olvidar la acusación irresponsable de charnego de diseño minimalista. Un grupo llamado dirigente que recuerda el existencialista verso de Teresa de Ávila: «Vivo sin vivir en mí, / y tan alta vida espero, / que muero porque no muero». O sea, todos chicoleando, mientras el señor Esteve, en el lecho de muerte, se pregunta quién se cuida de la botigueta. Es decir, la metáfora del señor Esteve es: mientras tanto, ¿quién hace política en la Generalitat? Desde luego, Torra –mitad monje, mitad soldado—constata que sus consignas del «apreteu, apreteu»-- están poniendo en aprieto a los de Junqueras. Cataluña es, así las cosas, una pieza de teatro en dos actos: el primero, pacífico, democrático, peristáltico; el segundo, las llamas y el lanzamiento de adoquines. Una versión de Cançó d´ amor i de guerra, punto 2. Una zarzuela catalana que –dijeron los comentaristas de la época--  pretendía tener ínfulas  wagnerianas. Un Wagner extraño: calisay con almíbar por la mañana; cabalgata de las Walkirias cuando anochece. 

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