Dos
partidos tan dispares en esencia, presencia y potencia como el Partido
Nacionalista Vasco y Esquerra Republicana de Catalunya le piden a Pedro Sánchez
que forme gobierno con Podemos. Son dos partidos güelfos que «casi» ruegan a
los gibelinos del PSOE que se meta en harina. Así hablan Andoni Ortúzar y Gabriel Rufián.
Ortúzar, caballero andante del pragmatismo; Rufián, que ha soltado lastre de bronca de garito y se
inscribe en primero de Tarradellas. El uno y el otro no han tenido miedo a
mojarse ante sus respectivos electorados y, en el caso del catalán, a asumir su
diferencia con el hombre de Waterloo, y que además aprovecha el micrófono para
soltarle un puntapié en el escroto a Pablo Iglesias, «que va quejándose por los
platós de televisión». Patada cuyo destinatario real es la formación de Ada Colau. Por lo demás, la (casi) exigencia de Ortúzar tiene una
importancia cualitativa: es en parte la voz del empresariado vasco.
Sólo
Dios Nuestro Señor, que casi todo lo sabe, conoce las reales intenciones de
Pedro Sánchez, que exhibe ambigüedad a granel. Por una parte abre el diario de
campaña electoral «por un gobierno progresista»; por otro lado se reúne con los
güelfos para recabar apoyos a su investidura. La repetición de los motivos de
Podemos está ampliando involuntariamente la sensación de asedio. Los alfiles de
Sánchez tienen enrocado a Iglesias. De manera que soy de este heterodoxo
parecer: como Pablo está sitiado debería ser Pedro quien desatascara el
enroque. Es lo que posiblemente haría el gran Arturo
Pomar, a quien mi padre llamaba Arturito.
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