viernes, 20 de septiembre de 2019

Cuando la izquierda se convierte en zocata




Empezamos mal. Rematadamente mal. Declara Pedro Sánchez que «no dormiría tranquilo con Podemos en el gobierno». El presidente en funciones remacha un clavo que, en su opinión, no habría quedado lo suficientemente claro en las últimas semanas. Digamos que no se trata de un calentón de boca. Estas comparecencias televisivas se preparan previamente con el equipo de asesores, escribas sentados y consejeros áulicos con el mismo detenimiento que  los ensayos de “La venganza de don Mendo”.

Lo más seguro es que la dotación de la nave podemita responderá con acritud. Poner la otra mejilla es algo que no se estila en esos menesteres. Ni tampoco la respuesta tendrá la simetría de la ley del Talión: ojo por ojo diente por diente. Dos ojos por uno y toda la dentadura al completo por una sola muela. Así hasta llegar a un tenebroso «Mientes, Pabloiglesias» -- «Te equivocas, Pedrosáncez», en claro recuerdo a uno de los momentos más cainitas de los primeros años de la democracia española como arranque de las elecciones sindicales. Es decir, de no rectificar el zafarrancho se podría llegar esa justa medieval.

Me pregunto qué aporta la frase de Sánchez. Y respondo: es un íncipit que apunta el carácter de la campaña, digno de ser diseñado por Carlos Bilardo, caritativamente franciscano: «Al enemigo, ni agua». Al enemigo, en este caso, la izquierda. En concreto, la izquierda como campo de Agramante  a la espera de que un nuevo Ariosto cante sus desventuras. La izquierda que deja de ser izquierda y se convierte en zurda o zocata.  Por no decir siniestra.

En definitiva, las pesadillas de Pedro Sánchez y la hipotética respuesta del divino impaciente son el campo abonado para que la derecha, una y trina, pueda hacer una contundente escabechina. Después, quien no podrá dormir tranquilo será un considerable cacho de la ciudadanía.   

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