Ya
lo saben ustedes: el Tribunal Supremo no ve
razón alguna que impida la presentación de Puigdemont y sus acompañantes como candidatos a
las elecciones europeas de finales de este mes. Voces bien informadas de los
entresijos independentistas indican por lo bajini que tan importante decisión
no ha sido recibida con alborozo en Waterloo. Misterios tiene la vida política.
Puigdemont
fracasa, de un lado, en su intento de hacer ver a Europa que España no es un
Estado de Derecho y, de otra parte, su permanente victimismo contra Madrit queda desactivado. Por otro lado,
el caballero se ve obligado a competir con una Esquerra Republicana de Catalunya en meteórico
ascenso. Su duelo con Junqueras
no es sólo político, también lo es personal. Un Puigdemont que ha sufrido la
humillación, política y personal, de mendigar una ayudica a los de Esquerra
pidiéndole prestado unos diputados en el Congreso para poder formar grupo parlamentario
propio. La decisión del Tribunal Supremo, velis
nolis, se convierte en un caramelo envenenado para Waterloo.
Mientras
tanto, el rio Llobregat aparece substituido por el Guadiana. A saber, la Assamblea Nacional Catalana vuelve
a la superficie: en la reunión de ayer domingo planteó sacar del congelador la
declaración unilateral de independencia. No lo duden: cuando ERC pone las bases
para ser con creces el proyecto hegemónico del independentismo político,
resurge el Ave Fénix de lo que algunos llaman el «independentismo mágico», o –lo
que es lo mismo-- la oclocracia de la
anti política. Por lo que las anteriormente referidas voces bien informadas indican que la ACN, el rio Llobregat
disfrazado de Guadiana, es un intento de torpedear la investidura de Pedro Sánchez.
Primera
conclusión: la salida del conflicto catalán tiene una primera exigencia,
necesaria pero no suficiente: la derrota de Waterloo y sus hologramas. Ahora
bien, si no se incrementa la participación el día de las elecciones seguiremos
sufriendo las consecuencias de una Cataluña que va camino de la autarquía. De
momento, duelo al Sol entre Puigdemont y Junqueras.
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