Gandhi,
Mandela, Martin Luther King y ahora Anna Frank. En distintas ocasiones el
independentismo catalán se ha comparado con estas personalidades. Ahora le ha
tocado el turno a Elsa
Artadi, mano derecha de Quim
Torra.
Primero
se refirieron a Gandhi, algunos sospechamos que
eran delirios de grandeza. Después lo hicieron con Mandela,
entonces nos dijimos que esa gente está loca de atar. Más tarde se compararon
con Luther King, entonces caímos en la cuenta de
que nuestras sospechas tenían fundamento. Ahora, esa joven bitonga, Elsa Artadi,
establece la comparación con Anna Frank. Nunca el sector Waterloo había llegado tan
lejos en su obscenidad. La obscenidad
como prolongación de esa política por otros medios. La reacción de la Embajada
israelí no ha tardado ni cinco minutos en censurar de manera contundente: «es
una vergüenza».
Obscenidad
doble: por el hecho mismo de la comparación tan deleznable y porque de ella se hace
desprender que quienes nos aponemos al independentismo somos los nazis que persiguieron
a Anna y su pueblo.
Por
lo demás, ¿cómo se explica este despropósito, este uso espúreo del
independentismo? Porque el procés ha
entrado en una fase de descomposición
convirtiéndose en un tropel desvertebrado de acontecimientos sin ninguna
relación eficazcon los objetivos finales; por el nerviosismo que provocan las
fugas de dirigentes del PDeCAT; por el conflicto con la Junta Electoral
Central, que ha ordenado la retirada de los lazos amarillos de los edificios
públicos; por la pérdida de amistades como el PNV, especialmente tras el sonado
rifirrafe entre el Gobierno Vasco y el hombre de Waterloo, quien acusó a Urkullu de no decir «toda la verdad» en las
testificales del juicio en el Tribunal Supremo. Es curioso, además, la extraña
habilidad de Waterloo en hacer amistades: llamar mentiroso a Urkullu no parece
lo más aconsejable. Chocar con el gobierno de Israel tampoco es práctico. Son
demasiados conflictos.
Definitivamente,
al sector Waterloo sólo le queda compararse con Jesús
de Nazaret, que murió en la cruz por la remisión de los pecados de
quienes se opondrian al independentismo.
Tiempo al tiempo.
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