El
largo, e insoportable, tiempo que lleva el independentismo está cambiando el
metabolismo político en Cataluña. No sólo, ni principalmente en las formas, sino
sobre todo en el fondo. Por supuesto, no es sólo un problema catalán, es el
signo de los tiempos. El último ejemplo de lo que comentamos son las últimas
declaraciones de Quim Torra,
el Enviado del hombre de Waterloo en la Tierra.
Pero,
antes, parece oportuno señalar que, en principio, haríamos bien en notar las
dificultades que tenemos, desde hace tiempo, para analizar el carácter orgánico
de lo que representan ambos personajes, Puigdemont y Torra. Por
lo general se habla de ellos como si fueran unos políticos convencionales,
sujetos a una serie de códigos, también convencionales. Pero no lo son. Si me apuran ustedes yo
diría que Vox también forma parte de ese elenco. Son la
espuma de esta época, que –en muchos aspectos-- representa una cesura con lo anterior. Una
espuma que ya está recorriendo una buena parte del mundo. Por ejemplo, la
radicalmente nueva situación de Andalucía forma parte de esa mutación. Que no
se supo ver, mitad por rutina y mitad por distracción. En resumidas cuentas,
los líderes políticos de esa espuma no son unos trafalmejas sino la expresión
de los tiempos que corren.
Hablábamos
de las últimas declaraciones de Torra. «Habrá crisis de gobierno en Cataluña
si, contra mi criterio, Esquerra
Republicana y el PDECAT
tramitan los presupuestos generales del Estado», ha sentenciado
jupiterinamente. Es el reconocimiento de la grieta. Es una orden que
taxativamente viene desde el caserón de Waterloo. Es una amenaza en toda regla.
Es la voz que viene del arengario
gubernamental. Por lo que no admite discusión. Vox ducis causa finita.
La
orden imperativa anula la autonomía de los partidos políticos y se entromete
amenazante en el quehacer de los grupos parlamentarios. La democracia
representativa anulada desde arriba. El líder máximo ya no responde ante nadie.
Esta es, tras las palabras de Torra, la desfiguración de la política catalana.
Que, por lo demás, viene acompañada de la aparición de la servidumbre
voluntaria de miles de personas.
Nota
bene.-- Vicenç
Villatoro, que no es santo de mi devoción, afirma hoy en La Vanguardia
una cosa que posiblemente le granjeará el odio infinito de la oclocracia
independentista: «Las CUP y
Vox disparan desde
lugares distintos a la misma diana, la democracia liberal».
No sólo ellos bailan con lobos.
No sólo ellos bailan con lobos.
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