Está
encima del tapete la discusión simultánea
de los Presupuestos del Estado en Madrid y los de la Generalitat de
Catalunya en Barcelona. Son, como es sabido, las cuentas que posibilitarán la
puesta en marcha de las políticas concretas. Es, dispensen el símil, la hierba
que necesita la vaca para dar y repartir leche. Es una discusión que no
requiere melindres sino planteamientos concretos.
Con
independencia de los deseos de Pedro Sánchez, lo cierto es que –al menos todavía-- no salen con claridad los números para su
aprobación en el Parlamento. Los independentistas van del caño al coro y del
coro al caño y Podemos, que ha batallado lo suyo por su aprobación, está ahora
jugando al escondite y exigiendo un
huevo duro más, haciendo abstracción del nuevo cuadro político que se dibuja
tras el terremoto andaluz. Con lo que los vaivenes de doña Correlación de
Fuerzas no parece que le sean amables al gobierno socialista.
En
Barcelona –ya lo hemos dicho, simultáneamente--
el govern de Torra intenta camelarse a los Comunes para conseguir la aprobación de las cuentas financieras. Lo
que, obviamente, parece lógico. Yo haría lo mismo.
Ahora
bien, esta reflexión parte de la siguiente consideración: los presupuestos de
la Generalitat –se diga lo que se diga— no son una variable independiente de
los Presupuestos Generales del Estado. No lo son, lo diga Agamenón y su
porquero. Quien no lo quiera ver o está en Babia o confunde el tocino con la
velocidad. Alguien tendría que decirlo. Por lo que, en esa lógica, planteamos
lo siguiente: lo idóneo sería que ERC y PDECAT aprobaran en Madrid las cuentas
del Estado y los Comunes hicieran lo propio en Barcelona. En esa dirección se
han pronunciado con claridad las organizaciones sindicales y patronales
catalanas.
Pero,
como en determinada política, todo hay que revestirlo de pavo real diremos que
el apoyo de los Comunes a las cuentas financieras catalanas debería darse como
pacto de la aprobación de los presupuestos del Estado. No se exige que los
pactos sean militantemente entusiastas, sino simplemente pactos. Con o sin
resignación, pero pactos.
A
mi juicio sería poco serio que en Madrid no se llegara a un consenso –resignado
o no-- mientras los Comunes firman en Barcelona. Ir con el lirio en la mano sólo es
cosa de ingenuos.
Ya
saben: do ut des. Que vale lo mismo que decir «yo te doy, tú me das».
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