miércoles, 2 de enero de 2019

¿Susana Díaz debe dimitir?





En realidad la gran conmoción en las izquierdas españolas será cuando se vea físicamente que la derecha preside la Junta de Andalucía. Lo sabemos ya políticamente, pero ahora falta que la imagen lo confirme. La imagen que constate la veracidad del acontecimiento político. Ese será el golpe psicológico. Será el salto de treinta y seis años a otro lugar.

Surgirán, entonces, nuevas preguntas. Y, seguramente, la menos relevante será si Susana Díaz debe propiciar --«dar un paso al lado», se dice púdicamente en Cataluña--  el relevo a un nuevo grupo dirigente del socialismo meridional o, como ella insiste, debe continuar en sus actuales responsabilidades. Primera consideración sobre el particular: ni las victorias –ni este caso las derrotas--  tienen una única explicación. Pero, ella misma ha centrado la mayor parte de su predicación en torno a la garantía de su persona. Con lo que, haga lo que haga de ahora en adelante, tendrá que establecerse un vínculo entre ese discurso extremadamente personal y su decisión.

No quiero meterme donde no me llaman. De hecho, estas reflexiones sólo tienen un interés: forjarme una explicación sobre el nexo entre la realidad de lo sucedido en Andalucía en las recientes elecciones autonómicas y la (necesaria) voluntad de remontar el conocido fracaso del socialismo andaluz. Que es, naturalmente, parte de las dificultades del socialismo y las izquierdas españolas.

Sir Winston era de la idea de que «durante la tempestad se debe confiar en quien lleva el timón». Era, sin duda, una opinión interesada. Lo dijo en 1900 con sólo 26 años. Todavía le faltaban muchas vicisitudes políticas. En todo caso, pudo sufrir en sus propias carnes la dura experiencia de que, tras la victoria contra el Eje, el electorado británico no le eligió premier en las primeras elecciones tras la Segunda guerra Mundial. Las ganó el laborista Clement Attlee.

Díaz ha sido la persona más votada en las elecciones. Pero no las ha ganado políticamente, ni la imagen que se nos ofrecerá en breve indicará que las ha ganado psicológicamente. Con lo que –me pregunto-- ¿qué sería lo más apropiado en su caso? Me permito, de entrada, una elipsis: quien ha estado gobernando durante años –primero en el gobierno de la Junta y después como presidenta— no parece estar suficientemente en condiciones para liderar una remontada. El enraizado estilo de estar al frente de la nave no propicia la necesaria versatilidad para gobernar la rosa de los vientos. Más todavía, quien no ha fabricado un proyecto de permanente reconstrucción de Andalucía –o de cualquier otro país--  consolida la praxis de la rutina, del ir tirando con unos determinados hábitos.

Por otra parte, la ley matemática de la monotonía aplicada a las ásperas relaciones entre Ferraz y Susana Díaz podría indicar que se reproducirían los desencuentros y asperezas entre ella y Pedro Sánchez. Justo lo que no necesita  España. Lo que no necesita el frágil espectro de las izquierdas. Y menos todavía el agotador proceso  electoral que se nos viene encima.

Sosiego y temple. 


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