miércoles, 26 de diciembre de 2018

Susana Díaz en estado puro




Susana Díaz ha vuelto al escenario. No parece haber entendido de la misa la media. Pero aprovecha los micrófonos de la SER para, oblicuamente, reclamar la aplicación del 155 en Cataluña.  Susana es ansí.

El PSOE tiene un problema: quiere la unidad de España, pero se encuentra incómodo con la unidad del partido. Es una paradoja que, entiendo yo, seguirá viva mientras los socialistas no encuentren una explicación seria de la biografía electoral de sus últimos lustros. Una biografía que expresa la mudanza de una potente representatividad a una representación precaria. Contemporánea a los versátiles humores de algunos de sus barones. Aunque, más que barones, se dirían que son Encomenderos.

Díaz, Lambán y Page (las encomiendas andaluza, aragonesa y castellano-manchega), tras el terremoto andaluz, vuelven a la carga, leyéndole la cartilla a Pedro Sánchez.  Aplica –le dicen cacofónicamente--  el artículo 155 en Cataluña. Que podría llevar, otra vez, a una considerable inestabilidad del partido. Falta de lucidez y, peor todavía, ayunos de responsabilidad. Aclaremos, el trío no está contagiado por la derecha española. Lo que dicen es cosecha propia. Es vinazo puro en viejos odres.

El PSOE recuerda a Penélope, la esposa de aquel Ulises errante por los mares mediterráneos. Una Penélope que teje durante el día para destejer durante la noche. Rosa de Alejandría: colorada de noche, blanca de día. Pedro Sánchez, buscando salidas por caminos nuevos; el trío, haciendo lo contrario por caminos de trillado fracaso. O lo que es lo mismo: el PSOE entre Escila y Caribdis.  



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