Son
los tres tristes tigres: los tres broncos barones que vuelven a levantar la voz
so pretexto de las bravuconadas de Quim Torra y sus allegados. Es la incomodidad de estar callados
y no se les note su presencia.
Estos
tres tristes tigres parten de la idea de que el desastre andaluz tiene una
explicación determinante, a saber, la zahúrda catalana. Falso diagnóstico. Las
cosas catalanas han tenido, claro que sí, una repercusión en los recientes
comicios andaluces. Pero no han sido determinantes. Es verdad que Torra y los
suyos han provocado el despertar de los Toros de Guisando “hartos de pisar la
tierra”, que dijo el poeta de La Fuente. Pero tales animales estaban ahí viendo
pasar el tiempo.
El
desastre andaluz tiene explicaciones fundamentalmente andaluzas y concretamente
de la ausencia de proyecto del socialismo meridional para la comunidad. Así
pues, echarle las culpas al maestro armero ahorra a los perdedores una
pormenorizada investigación de las causas fundamentales –repito,
fundamentales-- que han llevado a tan
descomunal batacazo. La responsabilidad está –afirman con temerario desparpajo—fuera
de ellos, no se encuentra en Despeñaperros para abajo.
Así
pues, la confusión de planos –por puro interés o por voluntaria
ignorancia-- ha llevado a los tres
tristes barones a pedir la ilegalización de los partidos independentistas.
Error caballuno. O trampantojo electoralista. En todo caso, la propuesta, que
no tiene recorrido alguno, sólo serviría para encabritar más los ánimos en
Cataluña. Peor todavía: para dar aliento a quienes –desde Waterloo y
Barcelona-- puedan seguir sobreviviendo.
O lo que es lo mismo, la supervivencia de quienes, habiendo fracasado en lo
fundamental, mantienen una tensión, que ya empieza a escapárseles de las manos.
Al tiempo que fuerza a la recomposición, hoy rota, de las fuerzas
independentistas. En definitiva, los tres tristes tigres, que no vieron lo que
ocurría en sus propios subsuelos,
tampoco conocen los movimientos tectónicos de Cataluña. O tal vez, entienden
que la pugna electoral con la Triple Alianza se va a ventilar en una
competición cada vez más desaforada sobre las cosas de Cataluña.
Vaya,
pues, por delante una sugerencia: no se dejen influenciar por los tropos de la
aznaridad. Sepan que la fuerza de la aznaridad está en ella misma y en lo que
contagia.
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