La
sesión monográfica de ayer en el Congreso de los diputados trató de la cuestión
catalana. Francamente, más de lo mismo. Salvo algunas novedades podríamos decir
que se volvió a exhibir cacofonía a granel. Empezaremos por las novedades, que
tienen su miga.
De
los discursos de los representantes de las minorías catalanas (Tardà y Campuzano) se desprende la desautorización
de la llamada vía eslovena que reclama el presidente vicario. «Todavía hay
tiempo», afirmó el de Esquerra Republicana; «Negocie, señor Sánchez», propuso el
segundo. Vale, menos da una piedra. Dicho
lo cual, que no es poco, la sesión se desarrolla como un diálogo de besugos.
Sánchez da los «buenos días» y las derechas responden «manzanas traigo». Por su
parte, Pablo Iglesias propone su tradicional «hablemos». Ahora bien, tengo para
mí que Pedro Sánchez fabrica su discurso más pendiente de algunos avisos del
interior de su partido que de otra cosa. Los barones del partido se parecen al
Guadiana.
¿De
qué se está a tiempo? ¿Qué debe negociarse? Los que lo piden no lo aclaran. Es como si un
comité de empresa a la hora de negociar el convenio repitiera la salmodia de
negociar sin plantear sus reivindicaciones. Exhibición de cháchara que a estas
alturas empieza a oler a pescado podrido. O se concreta el petitorio
reivindicativo o la noria seguirá dando vueltas sin sacar agua. Es más, en ese
sentido parece de cajón la invitación de Sánchez: «renuncien a la unilateralidad».
Pero,
incluso sin una renuncia explícita a la unilateralidad se podría hablar y, si
se tercia, negociar. Pero o hay encima de la mesa una plataforma reivindicativa
o seguimos con la manoseada retórica que no lleva a ninguna parte. Perdón, que
conduce al pudrimiento definitivo del problema. Que podría conducir a que ni
siquiera se hablasen los besugos. En pocas palabras, quienes han exigido la
negociación deben poner inexcusablemente la plataforma encima del tapete. Si no
lo hacen pronto se verá que: a) el debilitamiento de Sánchez les llevará a los
independentistas a un renovado fracaso; b) un debilitamiento que podría
conducir a la vuelta de las derechas al Gobierno y al grito de Delenda ex Carthago los soberanistas
sabrían lo que vale un peine.
Nota
bene.-- En realidad este ejercicio de
redacción es un homenaje a Armando Matías Guíu,
que a finales de los años
40, comenzó a trabajar en la radio, en especial en Radio Barcelona, por cuya labor
obtuvo en 1953 el primer premio Ondas.1 Para entonces, trabajaba también en la editorial Bruguera realizando
textos humorísticos, como sus celebérrimos Diálogos para besugos. Con el tiempo,
haría de guionista en una gran cantidad de series de historietas de la casa.
Matías Guíu, el de la foto de arriba.
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