sábado, 10 de noviembre de 2018

Chúpate esa, Trump




Oigan, no quiero tirarme un pegote, pero les aseguro que si un servidor hubiera estado en la última conferencia de prensa de Donald Trump, cuando este expulsó de la sala a Jim Acosta, me habría levantado y  animado a los periodistas a dejar sólo a tan violento personaje. No lo duden, lo hubiera hecho, sabiendo que tendría el apoyo de una buena parte de la opinión pública norteamericana y mundial.

Trump está más nervioso que de costumbre. Hay que reconocer que tiene motivos: los resultados de las recientes elecciones norteamericanas han significado un puntapié en la cruz de sus pantalones. El presidente puso toda su carne en el asador, una carne en forma de billetes, billetes verdes. El presidente ha perdido las elecciones para la Cámara de Representantes. Tempestad sobre Estados Unidos. En todo caso, vale la pena considerar que no sólo es la derrota, sino principalmente cómo se ha dado este varapalo. Justamente lo más odiado por Trump le ha vencido. Le han ganado la mano las mujeres. No hay tila en el mundo para apaciguar al hombre rubio.

Le han ganado la mano jóvenes como Alexandria Ocasio—Gómez, joven portorriqueña, camarera, militante socialista; le han doblado el pulso dos mujeres latinas que se presentaban por Texas, el «macizo de la raza»; le han mojado la oreja dos musulmanas, Rashida Tlaib (Michigan) e Ilhan Omar (Minesota). Seguidas todas ellas por 118 mujeres. Tempestad sobre Washington.  En resumidas cuentas, todo lo que provoca el odio más enfermizo de Trump le ha derrotado en buena lid. Su reacción ha sido esperpéntica: «No hay novedad, señora Baronesa».

Primeras conclusiones provisionales: 1) en Estados Unidos hay todavía mucha tela que cortar; y 2) los resultados significan una interferencia a la amenaza de los movimientos ultras de la vieja Europa. En otras palabras, Sísifo no desmaya.

Nervios en el convento de la madrileña calle Génova. Retortijones en el bazar de Ciudadanos.


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