Josep Borrell es un
hombre de gran formato. Rotundo desmitificador del independentismo que
se expresa sin medias tintas. Sus palabras en Londres en un medio televisivo
provocan una sosegada reflexión: los políticos presos catalanes deberían estar
en libertad provisional. Lo dice «a nivel personal». Este blog comparte las
palabras del ministro, y de esa forma se ha manifestado en reiteradas
ocasiones.
La
propuesta de Borrell es útil para rebajar la tensión y para intentar una salida
–que será fatigosa, lenta y complicada— al conflicto catalán. No soy ingenuo: con los presos en libertad no
sólo no se avanza, sino que la situación seguirá empantanada. Es una hipótesis.
La certeza, en todo caso, es que con ellos en las cárceles no hay salida.
Nótese la diferencia conceptual entre hipótesis
y certeza.
El
fracaso de la contumacia es clamoroso. La contumacia se ha llevado por delante
a Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría,
los autores de la Brigada Aranzadi. Esto es,
la substitución de la política por la jerigonza judicial. El «fiat justitia et
pereat mundus» (hágase justicia y explote el mundo) es la madre de todos los
atascos.
Las
derechas carpetovetónicas se oponen a la libertad provisional de los políticos
catalanes encarcelados. Creen que, así las cosas, obtendrán un determinado
rédito electoral. Al club de Waterloo tampoco les conviene la libertad de sus
compañeros: mientras sigan entre rejas mantendrán su cínica oriflama en
tensión. Con lo que el círculo vicioso amenaza con traducirse en una patología
crónica. Si se mantienen tales resistencias no hay salida.
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