sábado, 23 de junio de 2018

Quim Torra y el sexto Felipe



Quim Torra fue a Berlín a recibir consignas. Es la misión de este paniaguado. Trajo órdenes estrictas, o sea, comportarse como dejó sentado aquel irascible de Belardo: “pisálo, pisálo, al enemigo ni agua”. De ahí que durante toda la mañana de ayer se sacara pecho: Torra no acompañará a Felipe Sexto en la tribuna de los Juegos del Mediterráneo. Pero la palabra de Carles Puigdemont ya no es la voz de Dios como antes. Y hay quien matiza. “Eso es demasiado”, parecían decir. Golpe de teléfono a Berlín. Nuevas órdenes: te vas a la manifestación contra el Borbón y después le acompañas en el palco. Dicho y hecho. Una de cal y otra de arena.

Propongo dos cuestiones a considerar.

Pimera, ahora el adversario principal de Torra no es el presidente del Gobierno (en este caso, Pedro Sánchez), ahora es el rey. Todavía está muy cerca el voto favorable a Sánchez en la moción de censura, un desaire público al presidente abriría la puerta a una situación agria en el interior del independentismo, entre los partidarios del sí a Sánchez y sus contrarios. De manera que el gesto hay que hacerlo contra el corazón del Estado, contra su jefe: el sexto Felipe.

Segunda, han exagerado quienes han calificado a Torra como intelectual. Si es por los libros que ha escrito,   debo recordar que Marcial Lafuente Estefanía, celebrado autor de millares de novelillas del Oeste en los años cincuenta, nadie –ni siquiera él mismo--  habría aceptado la calificación de intelectual. Cualquier intelectual que se precie sabe a qué atenerse cuando se habla de “borboneo” o “borbonear”.


El bisabuelo del sexto Felipe, Alfonso XIII, exageró ad nauseam los trapicheos político—palaciegos de su abuela, Isabel II. Alfonso hacía y deshacía a su antojo, incluso en la vida interna de los partidos dinásticos. Era el borboneo. Afortunadamente la Constitución Española del 78 le rompió el espinazo. Pues bien, el presidente Torra y sus hologramas sitúan ahora le centralidad del conflicto entre “Cataluña” y el Borbón. Y le piden que intervenga. Le piden exactamente que borbonee. Error. Aunque, pensándolo bien, tal vez sea una inercia del pasado. Cuando el carlismo y sus sacristanes alborotaron el ruedo ibérico. 

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