España no es un país de mierda
como algunos propalan. Las gigantescas movilizaciones de calle y los paros en
los centros de trabajo y estudio lo han demostrado el día 8 de Marzo. Aquí se ha desarrollado la acción
colectiva más importante de Europa. Quede claro: no estamos en la España que
los estetas de la generación del 98, con mayor o menor exageración, pusieron a
caldo. Este 8 de Marzo ha venido a recordar los potentes mimbres que tiene la
sociedad española. De manera que es conveniente recordar a nihilistas y chuchurríos que vale la pena tener
confianza en las potencialidades que dispone ese océano de hombres y mujeres de
nuestro país que ha estado en movimiento. Sin caer, ciertamente, en el
papanatismo. Quien se instale en el pesimismo debería hacerlo al por menor,
nunca al por mayor.
Mucho se escribirá sobre el
carácter y desarrollo del 8 de Marzo de este año. Y, más todavía, mucho deberá
hacerse para que el espíritu de esa jornada permeabilice todos los estratos
sociales. Ahora bien, mucho debe hacerse ahora, ahora mismo. Porque no es
cierto que las exigencias tengan un carácter simbólico. Son demandas concretas
en todos los terrenos: morales, culturales, sociales, económicos y políticos. O
sea, del arco iris de las diversas plataformas que han estado en pie de paz en
el proceso anterior a la jornada y en el desarrollo concreto de la misma. El
más importante –lo recordamos a desmemoriados, nihilistas, pejigueras y tiquismiquis
cántaro— de Europa y, prácticamente, de Occidente. Este movimiento de
movimientos tiene además una característica: su independencia de todos los
sujetos que no sean él mismo. Independencia de proyecto, de normas, costumbres
y, por qué no, de gestos. Lo que le hace difícilmente ser instrumentalizado.
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