«La comida de la prisión es
flatulenta», dice un político catalán tras salir de la cárcel a un medio. Y
otro le acompaña: «Todas las comidas eran grasientas, sabían a lo mismo». Dos
políticos que, como los demás del mismo expediente, nunca deberían haber ingresado
en la prisión. A lo largo de muchos años, ya en democracia, nunca he oído a
ninguno de mis amigos y compañeros quejarse de la comida de la cárcel. Que, en
aquellos tiempos, era muchísimo peor. Por supuesto, la de ahora es mala,
especialmente para aquellos de gustos sofisticados. Debe ser tan mala la de
Soto del Real como la de Can Brians, inaugurada por el Govern de la Generalitat
el año 2007. La comida de Can Brians nunca ha sido comprobada por los recientemente
excarcelados.
Que levante la mano quien haya
oído a Marcos Ana referirse a la pitanza de la cárcel. O a Marcelino Camacho,
Ángel Rozas, Cipriano García, Eduardo Saborido a cualquier otro. Los problemas
de la cárcel eran otros. Por supuesto, hay que mejorarla. En fin, los ahora
puestos en libertad han hecho otro descubrimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.