Importante artículo el de Antonio Baylos, La criminalización del derecho de huelga (1).
No descubrimos el mediterráneo si afirmamos que el profesor conoce el paño. Su
tesis doctoral y la abundante investigación sobre el particular lo avalan. En
todo caso, dicho artículo que comparto me sugiere algunas reflexiones, en
primer lugar, sobre el tema y, en segundo lugar, sobre su ejercicio en estos
nuestros tiempos. Sobre ambos convendría que el sindicalismo se parara un
momento y meditase pormenorizadamente.
Una observación previa: no
considero atinado el eslogan, tan recurrente en los últimos tiempos, de «la
huelga no es un delito». Es una definición en
negativo que da toda la impresión de que se está a la defensiva. En vez de
poner énfasis en lo positivo –esto es, la huelga es un derecho
constitucional-- se opta por lo que no
es. Es, por otra parte, un error mediático que se ha ido generalizando no se
sabe muy bien por qué. Más todavía, cuando existe ciertamente un ataque en toda
la regla contra el derecho de huelga, es de pánfilos afirmar que no es un
delito. Dicho lo cual podemos pasar a la segunda reflexión.
El ataque al derecho y al
ejercicio de la huelga muestra el rotundo fracaso de los repetidos intentos de
cooptar al sindicalismo para que acompañe acríticamente las políticas contra la
condición asalariada. Podemos convenir que los intentos de nuestras
contrapartes fueron históricamente así: primero un ataque al sindicalismo y sus
instrumentos; después vino el intento de convertirlo en un sujeto técnico como
agente de la llamada paz social. Ahora, el neoliberalismo y sus diversas
familias intenta combinar lo primero y lo segundo: el palo y la zanahoria. De
un lado, la criminalización de la huelga y conseguir que sea mero compadre de
los cambios y transformaciones que están en curso.
La segunda observación se
refiere al ejercicio del derecho de
huelga, a las formas prácticas que necesitan una profunda renovación. Porque si
bien las nuevas y novísimas tecnologías pueden ser un instrumento de apoyo a su
ejercicio, no es menos cierto que, en otros casos, lo interfieren. La antigua
expresión de «huelga de brazos caídos» --si no se trabaja, las máquinas se
paralizan-- ya no es cierta. O no tan
cierta como antaño. Haces huelga, pero las máquinas siguen funcionando a todo
meter. Lo que provoca que, de una vez por todas, se proceda a nuevas formas de
ejercicio del conflicto. En caso contrario, se irá provocando un desfase entre
los objetivos del ejercicio de huelga y
su eficacia real.
Permítanme una referencia
personal. Precisamente en No tengáis miedo de lo nuevo;
trabajo y sindicato en el capitalismo globalizado, en su Tranco sexto,
abundo en esta cuestión. Estará en las librerías el día 5 de junio próximo. Con
Javier Tébar y Antonio Baylos. Editado por Plataforma editorial.
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