jueves, 22 de diciembre de 2016

El Tribunal Europeo y las cláusulas suelo de las hipotecas



1.--  Mi padre adoptivo, el  famoso maestro confitero Ferino Isla, me decía que la Justicia es tuerta. Cuando tuve una aproximación a eso de la Justicia le pregunté el motivo de su afirmación, porque yo había leído en el periódico que «es ciega». Es tuerta –me insistió--  porque unas veces acierta y otras se equivoca adrede. Digamos, pues, con los sabios de la Vega del Genil que la Justicia es tuerta. Y que eso de «dura lex sed lex» (la ley es dura pero es la ley) es según y cómo.

Si el maestro confitero estuviera entre nosotros, tras liar un cigarrillo caldogallina, me diría que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha estado a la altura de lo que se esperaba. El Alto Tribunal ha sentenciado que la banca española debe devolver que la banca española tiene que devolver la totalidad de lo que percibieron por las cláusulas suelo de las hipotecas. O sea, de un lado unos, 4.500 millones de euros; y, de otro lado, 5.300 millones por los intereses cobrados. Un buen pellizco: 9.800 millones del ala. Y para asentar más el clavo diremos que la sentencia no admite recurso. Primera conclusión provisional: no siempre Europa se comporta como una madrastra.

La banca se lo ha merecido. Impuso a sabiendas y queriendas tan leoninas condiciones. Desoyó las advertencias de tan injusto proceder que le hicieron las organizaciones de consumidores. Le hizo, además, la peineta a algunos representantes políticos de la izquierda que habían  puesto el grito en el Cielo con tales cláusulas suelo. Y tiró por el camino de en medio, ella siempre tan echá p´alante. Ahora, en su voracidad está su penitencia.

2.--  No ha tardado en reaccionar el Ministro de Justicia, Rafael Catalá, que ha declarado a bocajarro que la solución del problema debe venir de los implicados, esto es, de la Banca y de los agraviados. Es decir, el ministro –de la tuerta o la ciega--  está avisando que no admitirá ninguna proposición parlamentaria exigiendo la aplicación de la sentencia. Más todavía, que si es derrotado en el Parlamento utilizará ese argumento para ponerle el veto. Permítanme una miaja de chispa: si entre ellos, los agraviados, estuviera Florentino Pérez, el tal Catalá hubiera hecho otras declaraciones. Es más, habría dictado las disposiciones pertinentes para que Florentino cobrara su aguinaldo en Navidad.

¿Qué pasará ahora? Fácil de adivinar: la banca tocará a zafarrancho de combate, moverá Roma con Santiago, y sus servicios jurídicos –rábulas (picapleitos) de alta nombradía retorcerán los textos con la idea de disfrazar la sentencia como una mera jaculatoria. O, ya lo han insinuado, entablar negociaciones uno a uno con los afectados. Y todo ello sin descartar que el Estado acuda al rescate de esos 9.800 millones de euros.

Alguien tendrá que ponerse al frente de un movimiento que presumiblemente se levantará para exigir el cumplimiento de la sentencia del Alto Tribunal. El problema que tenemos pendiente en nuestro país es la falta de un movimiento de consumidores que pueda encabezar exitosamente la solución de un problema. Conclusión, también provisional: ya va siendo hora de que espabilen algunos y organicen un movimiento consumerista con cara y ojos. Por supuesto, que no actúe de compadre de nadie. O sea, independiente a carta cabal. En concreto, un movimiento con buenos encofradores. 



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