No pasaron ni cinco segundos de
la publicación del CIS del sondeo que ayer comentábamos cuando Eduardo Madina se pone la
coraza, agarra la lanza y, a golpe de twitter, arremete contra Pedro Sánchez.
No importa. La eterna promesa, siempre archivada, del socialismo español no
parece sobresaltado por el nuevo descalabro demoscópico de su partido. Sánchez,
el nuevo holandés errante, es el objetivo a derrumbar. Más o menos como aquel
furibundo Catón el Viejo que siempre finalizaba sus discursos con el famoso
«Cartago debe ser destruida».
Soy del parecer que Madina se
está equivocando. No sólo porque insiste en no superar –ni ayudar a superar— la
profunda laceración interna del socialismo español. En no proponer una salida
que reunifique su partido. Se está equivocando en querer ser un ariete de la
liquidación del holandés errante. En no darse cuenta que, de esa manera, nunca
tendrá el suficiente consenso en el partido para aspirar a liderarlo. La
experiencia indica que, a la hora de la verdad, los congresos y, más todavía,
las primarias se inclinan por aquellas personas más templadas. Ya que el quinto
sentido expresa que para salir de la bronca hay que poner en la sala de mandos
a los menos bronquistas. Aunque, bien mirado, esa regla puede tener sus
excepciones y tal vez Madina confíe en una de ellas.
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