Esta foto es obra del maestro Joan Guerrero
Parece que algunos pensaron que,
tras el aparente entierro del bipartidismo, las cosas iban a funcionar de una
manera no tan complicada. Lo primero que nos interesa recalcar es lo siguiente:
si bien no estamos en los tiempos del bipartidismo rampante, no es menos cierto
que las fuerzas políticas determinantes para cualquier operación siguen siendo
las que protagonizaron el bipartidismo. Más todavía, los emergentes, con la
sedicente novedad que representan, tienen una importancia relevante de
acompañamiento. Esta expresión, «de acompañamiento», no debería entenderse en
clave de subalternidad. Ni siquiera en Ciudadanos, ya que su acuerdo con el PP
ha sido dictado por intereses propios, a saber:
intentar que no hubiera una nueva convocatoria electoral por mor a otra
sangría de votos.
Por otra parte, vale la pena
traer a colación lo siguiente: todas las fuerzas se han desarrollado en el
bipartidismo: unas, en su regazo; otras en la sombra. Digamos, pues, que la
acción política de todos ellas ha estado presidida y condicionada por las
flores y los jaramagos de este sistema. Ahora, la novedad es que unas y otras
están en la escuela de párvulos del post bipartidismo. Lo que explicaría,
aunque parcialmente, este ir a trancas y barrancas de la política española.
Ahora bien, este post
bipartidismo no se refiere a una situación de estabilidad en el interior de
cada partido o coalición, al menos en las que se sitúan topográficamente en la
izquierda. Y, en el caso de las coaliciones, tampoco se caracteriza por una estructuración
virtuosa de sus confluencias. Digamos, así las cosas (si es que éstas están
como digo), que en el interior de cada fuerza –repito, de izquierdas-- hay demasiados desasosiegos que impiden hacer
una política eficaz. El caso del PSOE es
paradigmático, pues coloca Pedro Sánchez ante la misma indecisión que el famoso
Buridán. Aunque todo indica que Sánchez cuenta con una mayoría claramente
visible, esta queda parcialmente desdibujada por el relumbrón cualitativo de la
minoría que le incordia. Y, en la casa de Podemos, tenemos a un Pablo Iglesias
El Joven mirando con el rabillo del ojo a los primeros espadas de todas sus
confluencias. Lo que le lleva, en cierta medida, a ir a salto de mata.
Nuevamente podemos decir con El Roto: «¡Qué claridad de confusión!».
Entiendo que para más
abundamiento habrá que acudir á lo que manifiesta Javier Aristu
en Cohesiones o disgregaciones, en su
blog En Campo abierto: https://encampoabierto.com/2016/09/02/cohesiones-o-disgregaciones/, que sigue siendo un campo
feraz, de regadío.
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